domingo, 26 de enero de 2014

Sobre la notación musical



Nunca se me había ocurrido averiguar cuál era el origen de la notación musical. Hoy, luego de escuchar la Orquesta Sinfónica de Honduras en su resurgir, pasó por fin:


"Guido d'Arezzo es el responsable de los nombres de las notas musicales. En la Edad Media, las notas se denominaban por medio de las primeras letras del alfabeto: A, B, C, D, E, F, G (comenzando por la actual nota la). En aquella época solía cantarse un himno a San Juan el Bautista —conocido como Ut queant laxis— atribuido a Pablo el Diácono, que tenía la particularidad de que cada frase musical empezaba con una nota superior a la que antecedía. Guido tuvo la idea de emplear la primera sílaba de cada frase para identificar las notas que con ellas se entonaban. El texto en latín de este himno rezaba así:"


sábado, 25 de enero de 2014

La mujer, espejo del hombre

Virginia Woolf, Roger Fry.


Para ambos sexos –y los miré, abriéndose camino en la acera- la vida es ardua, difícil, una lucha perpetua. Exige coraje y fuerza gigantesca. Más que nada, criaturas de ilusión como somos, exige confianza en sí mismos. Sin esa confianza somos como niños en la cuna. ¿Y cómo elaborar con más rapidez esa imponderable calidad, que sin embargo es tan preciosa? ¿Pensando que los demás valen menos que uno? Pensando que uno tiene alguna innata superioridad sobre los demás: dinero, o rango, o la nariz recta, o el óleo de un abuelo por Romney –porque los artificios patéticos de la imaginación del hombre no tienen fin. De ahí para un patriarca que debe conquistar y gobernar, la importancia enorme de sentir que muchísima gente –medio género humano en verdad– es por naturaleza inferior a él.

(…)

Hace siglos que las mujeres han servido de espejos dotados de la virtud mágica y deliciosa de reflejar la figura del hombre, dos veces agrandada. Sin ese poder el planeta sería todavía ciénaga y selva. Faltarían las glorias de todas nuestras guerras. Todavía estaríamos garabateando formas de ciervos en despojos de huesos de carnero y canjeando pedernales por cueros de ovejas o por cualquier adorno sencillo que halagara nuestro gusto incontaminado. No hubiera habido Superhombres ni Dedos del Destino. El Tsar y el Kaiser no hubieran usado coronas ni las hubieran perdido. Los espejos, aunque tienen otros empleos en las sociedades civilizadas, son esenciales a toda acción violenta y heroica. Por eso Napoleón y Mussolini insisten con tanto énfasis en la inferioridad de las mujeres, porque si ellas no fueran inferiores, ellos no serían superiores. Eso en parte explica lo necesarias que son las mujeres al hombre. Y explica lo nerviosos que estos se ponen bajo la crítica de aquéllas; la imposibilidad de que una mujer opine que tal libro es malo, o tal cuadro es flojo, sin provocar más resentimiento y más ira que si opinara un hombre. Pues si ella quiere decir la verdad, la imagen del espejo se encoge; su capacidad vital disminuye. ¿Cómo puede seguir haciendo justicia, educando salvajes, dictando leyes, escribiendo libros, vistiendo de etiqueta y discurseando en banquetes, si no se puede ver a sí mismo en las horas del almuerzo y de la comida, agrandado dos veces?

Un cuarto propio
 II capítulo

jueves, 23 de enero de 2014

Poemas de Fausto Maradiaga



Fotografía: Euclides Valdés

In memorian
(† 22 de enero, 2014)



Sábado

En la calle,
un viento sube
por las espaldas de la mañana.
En la plaza
el Níspero recoge su sombra
que columpia en silencio.
Por donde cruzo,
las piedras me saludan
con brillante alegría.
Definitivamente
hoy encuentro un rastro del amor
a cada paso.


* 
Amaneció para siempre un sitio imposible,
un acuario sin luz, un párpado marchito,
una palabra en ruinas rodeada de infinito
más acá de la idea, más allá lo posible.

Retiró la esperanza desde un lugar movible
y estalló en el vértigo del viento y del granito,
madurando el descenso que arropará lo escrito
encandilando el tiempo para tornarse audible.

Ya que tenemos adonde encaminar la espera
buscamos la recóndita estirpe de las horas:
Silencio imaginable para su enorme esfera.

Sembrémonos entonces con todas las esporas
amigas de la vida y su continua demora:
Contorno que en la nada del todo se moviera.


*
La lluvia emprendió su regreso esta mañana
dejando los caminos dispuestos
a futuras hendiduras.

La playa larga y sola
inundada por el tedio
escucha el chasquido que produce la sequía.

Una rama seca 
pelea contra su sombra
en el polvo
y las golondrinas no vienen
más bien van.


Para Nizán

Una miga de pan es más grande que un sueño
de agua donde lentamente muere un pez;
chisporroteando, escamas desprendidas
iluminan el silencio donde agoniza.

Huyendo del invierno,
cruzó sendas estrechas entre corrientes fabulosas;
multiplicó los giros de mortales contorsiones
alimentándose con todos los anzuelos.

Cada cardumen le obstaculizó el paso
recibiéndole con la cortesía de las dentelladas.
Supo resumir las innumerables caricias del suplicio
en el filo de una sola treta
y jamás llegó a utilizarla.

Fue verdugo del alma
en medio de tormentas y dentro del deshielo,
apiadado únicamente de una infinita soledad.

Ignorando la muerte
un crepúsculo suspendido
relampaguea.


Estado de cosas

De poco acá en este lugar de nombre abismo
viene sintiéndose un olor insoportable a crimen
sin mayores contratiempos lo encontramos
al abrir las gavetas del recuerdo y ver ausentes
la vieja catedral y el cabildo
y el sitio del amor más íntimo.

De poco acá o quizá desde hace mucho tiempo
nuestro proceder ha echado garfios que se aferran
de la manera más firme a la existencia
porque aquí la zozobra ya no cesa
bajo el ruido del metal volando
y es que de poco acá todos los días
amanecen repletas las trojes de la muerte.

Aquí sí que necesitamos toda la humanidad
que no escatime ningún esfuerzo
en la reconstrucción de lo posible
que no le niegue los brazos a la vida 
que no le ayude a la pereza
que no esconda las torturas
y que de una vez por todas
lo bestial de las furias apacigüe


Imago –istmo

Herida la raíz
el verso de sangre abierta
busca restituir a borbollones
esta ternura que amenaza el silencio.

Aquí
el tenedor de la tierra
es la cuchara del hambre.

Por eso
está la semilla levantada
en el claroscuro del momento
frente al rechinar de la pólvora
y su dentadura de violencia. 


*
Cuando mi voz los alcance
han de saber que los tuvimos presentes
que realizamos eventos para darles la bienvenida
que todo el mundo abrió los brazos para recibirlos
y que anudamos los pañuelos y bailamos en grupo;
que nos hemos querido hasta no poder más
que horneamos juntos el deseo
con levadura de Violeta Parra
con esencias infinitas de Neruda
y con todo el universal dolor de Vallejo.

Altas voces que nos esperan seguir adelante. 

miércoles, 22 de enero de 2014



"Honduras, cuna de Roberto Sosa, ha sido también madre de tiranos y de torturadores, una conjugación de lirismo y de sangre difícil de aceptar”.



Revista Forja, marzo de 1981 (Costa Rica)

sábado, 18 de enero de 2014

La música con theremín me causa maripositas en el estómago.


viernes, 17 de enero de 2014

Confesión de parte

Yo no voy a morir de amor.
Ya no.
Aquella vez que debí hacerlo, salí huyendo,
huyendo en pos del olvido, esa traición a sí mismo
que anida en el corazón de los enamorados.
Solo una vez se puede morir de amor.
Morir, sin más, como los héroes:
no importa cuándo, ni cómo, ni dónde.
Simple y sencillamente morir
a manos de quien nos ha jurado amor eterno
y morir sin saber la verdad.
Morir a cambio de nada
o de algún recuerdo, esa falsa pasión,
honra y prez de los que amaron.
Yo no voy a morir de amor.
Yo, el más triste y odioso entre los cobardes.

Rigoberto Paredes

domingo, 12 de enero de 2014

Los cuentos y leyendas de Honduras


¿Quién, en su infancia y aún en la edad adulta, no pasó en alguna noche reunidx con amigos escuchando los famosos "Cuentos y leyendas de Honduras"? El programa que ha sido transmitido por la Radio Nacional de Honduras desde 1964, y que fue creado y producido por el incomparable Jorge Montenegro, un genial folclorista que se ha dedicado a recopilar y compartir las tradiciones y creencias míticas de nuestra cultura popular durante años. 

Yo que me crié y viví toda mi infancia en uno de tantos barrios de Comayagüela, recuerdo que cuando se iba la luz o mejor dicho cuando los hijosdeputa de la ENEE la cortaban o "racionaban" sin razón (OJO: que lo siguen haciendo) me juntaba con los cipotes de la cuartería por las noches y escuchábamos por la radio el programa: unxs no lograban escucharlo completo y se iban, otrx nos quedabamos ahí aguantando la cagazón y estaban lxs que más bien se cagaban de la risa oyendo las pencadas que contaban y, claro, aprovechaban para burlarse de quienes nos moríamos de miedo. 

Pues el otro día, de pura casualidad, me topé con un video animado de uno de los tantos cuentos (que, dicho sea de paso, puede leerse en los libros que llevan el mísmo título -"Cuentos y leyendas de Honduras"-.

La narración del video tiene uno que otro errorcito ortográfico, pero pues eso no le quita el mérito de ser un muy bonito y singular corto, y con la novedad de que ya no me dio miedo sino más bien risa, cosa que más que alegrarme me afligió, pues de nuevo me hizo caer en cuenta de que hace tiempo, aunque no mucho, dejé de ser una niña *inserte aquí una carita triste*.



Próximamente en cines:



jueves, 9 de enero de 2014

Costumbre


Entró a la casa y subió las escaleras. Cada ocaso era lo mismo: un recorrido lento, amarillísimo como la peor fiebre. Él veía pasar las horas –lentamente- desde la ventana de su enorme biblioteca. Le gustaba mirar el techo asoleado y cómo la débil luz se filtraba en los estantes viejos y polvosos donde se hacinaban sus libros, hasta desaparecer. En épocas pasadas, los libros habían sido sus mejores amigos -había uno en especial, ahora lo miraba con desdén, pero años atrás había llegado a ser su leal compañero-, hoy no eran más que papel podrido con tinta, historias y basura sentimental. Miraba los diplomas en las paredes: “Reconocimiento aquí, homenaje allá, primer lugar de no sé qué” tralalí, tralalá.
Lo había pensado una centena de veces: ya no leía más que el periódico desde hacía años y, sin embargo, cada mes emprendía un largo viaje a pie desde su casa a la librería del parque, por costumbre, y compraba un libro más, o dos, si lograba ajustarse con el dinero que llevaba en el bolsillo. Volveré a leer, se dijo, volveré. Todos los días se decía lo mismo. Eran demasiados libros y no sabía por dónde comenzar, -tengo poco tiempo- pensó. Sin reparar en el título, sacó uno del estante más cercano, un libro de pasta roja: “Es él”.  Al cabo de unos minutos bajó la cabeza y solo se escuchó un murmullo, un murmullo muy claro de su voz: “un oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento”. Como una muerte, la tarde explotó en la esquina del techo.