viernes, 4 de abril de 2014

Silvio Rodríguez: "Quince canciones"




1
La canción de la trova
Es la canción con la que me autodefiní. No era baladista ni cantautor, como dictaba la moda, sino trovador, como los antiguos, como Sindo Garay y Miguel Matamoros.

2
La era está pariendo un corazón
Es la primera que me inspira el Che, y se convierte en suceso interpretada por Omara Portuondo. También es la primera que trasciende las fronteras de Cuba: el argentino Pino Solanas la incluye en su documental “La hora de los hornos”.

3
Canción del elegido
Creo que está entre las canciones donde cristalizó una suerte de lenguaje personal. También fue la primera que el pueblo cubano incluyó en su argot. Cuando alguien preguntaba “¿Cómo estás?”, a veces se decía: “Aquí, matando canallas...” No en balde fue también la primera que hicieron suya los rumberos.

4
Epistolario del subdesarrollo
No fue la primera canción crítica que hice, pero fue de las más escandalosas e incomprendidas. Varias veces me echaron a la calle por cantarla. Pocos vieron que tras aquella diatriba contra nuestras miserias locales había un desgarrado nivel de autoexigencia y un desafío al llamado primer mundo.

5
Esta canción
Es la más descarnada. La hice el día que cumplí 21 años, durante un decepcionante festival de la canción en Varadero. Quedé tan agotado y vacío que nunca más intenté algo parecido, como una experiencia por la que sólo se transita una vez.

6
Ojalá
Recuerdo la mañana en que la estaba escribiendo, en el “Playa Girón”. Emilia fue la llave de ingreso a aquella música y palabras vertiginosas. Era un momento intenso, una conciencia plena de lo que estaba hallando. Andaba y desandaba los dos metros y medio del camarote con la guitarra sobre el pecho, cantando aquella aparición, chocando con todo, con la vista nublada. Entonces no entendía aquellos sentimientos de fiera enjaulada. Al cabo de los años, viendo la respuesta que Ojalá provoca en tantos públicos, me pregunto cómo aquella mañana tan solitaria de alta mar pudo llegar hasta el futuro.

7
Playa Girón
Fue la primera vez que jugué a hacer una canción panfletaria para desarticular esa categoría, explicitando el proceso de elaboración. Estuve a punto de titularla “Arte Poética”, pero le dejé “Playa Girón” en homenaje a aquellos pescadores que libraban una batalla en cierto sentido tan crucial como la de Bahía de Cochinos.

8
Óleo de mujer con sombrero
Soy culpable de haberla separado de sus hermanas, porque es la segunda de la tetralogía "Exposición de mujer con sombrero". Junto con Ojalá, La Maza y algunas otras, es de las canciones que más piden. Pasan cosas fabulosas con ella: la gente se enamora. En ese sentido es lo más cercano a la función de un bolero que he conseguido.

9
El Papalote
Le guardo un especial cariño porque describe recuerdos de infancia en mi pueblo y la vida de aquel hombre, que hacía papalotes y que al cabo de los años me hizo comprender a la gente anónima que es importante para los niños. En realidad trata de muchos temas; entre ellos hay un toque a la discriminación racial, sin subrayarlo, que es parte de un viejo propósito que siempre tuve: hablar de cosas cruciales como si fuera sin querer, sin ser didáctico, sesgadamente, como la mayoría de las veces nos enseña la vida real.

10
Pequeña serenata diurna
Entre varias canciones mías donde lo personal y lo colectivo se funden, esta creo que es la que mejor lo consigue, por su transparencia. Creo que fue un resumen, tras hacer otros muchos intentos, entre los que también pudiera contarse Te doy una canción. Usé la paráfrasis de un título de Mozart porque creí encontrarme ante el mismo dilema que él en su Pequeña música nocturna: nombrar cosas grandes en un espacio ínfimo.

11
Sueño con serpientes
“Es una canción sin familia”, me dijo Sabina, y quizá tenía razón. La escribí de madrugada, porque la soñé: soñé las serpientes tragándome y soñé la música medio árabe que tiene, con el bajo en clave de son y todo. La cita de Bretch se la puse como brújula, porque si hoy resulta misteriosa, cuando la hice era desconcertante. Entonces parecía demasiado críptica, y yo necesitaba de un recurso para darle sentido. Y confieso que el sabio de Bretch empezó su ayuda por mi mismo.

12
Rabo de nube
La escribí en la ciudad de México, a fines de los 70, una tarde en que me quedé solo en la casa de un amigo que nos daba albergue, a Noel Nicola y a mí. Pero la tenía escrita en la percepción desde que era niño y la había intentado varias veces. En Girón-Preludio le pasé la mano, pero la dejé ir. Me parece que todo el que ha sido niño y ha visto un tornado, ha sentido fascinación por el poder de la naturaleza. En Cuba la gente del campo les llama rabo de nube. Lo demás es crecer, vivir el mundo y darse cuenta de lo necesarios que serían, si barrieran con todas las tristezas. Para mi esta canción significa comunicarme con un sentimiento de todos, seamos de donde seamos y pensemos como pensemos. Algunos jazzistas se han fijado en ella: hay versiones de Charles Lloyd, de Chucho Valdés, de Charlie Hyden y de otros.

13
Unicornio
Cuando apareció la canción, el diario “El Mercurio”, de Chile, hizo una encuesta preguntando qué era el unicornio para cada entrevistado. Isabel Parra me trajo la página y leerla fue estremecedor. Cuánta razón había en cada una de las interpretaciones: una señora hablaba de su esposo muerto, una niñita lloraba su cachorro perdido... Creo que descubriendo todo aquello me di cuenta de lo que había escrito. Con Unicornio sucedieron otras cosas extrañas: la escribí a finales de 1980, o en enero del 81, no recuerdo. Lo que sí sé es que el disco fue editado en el 82. Y resultó que el año siguiente, 1983, fue nombrado como año mundial del unicornio por la UNESCO. Entonces comenzaron a aparecer libros, almanaques, agendas, y hasta se hicieron peregrinaciones al museo de Los Claustros, en New York, donde se encuentran los cincos famosos tapices de los unicornios. Para colmo, unos pocos meses después, un ingeniero genético inglés consiguió un cabrito con un solo cuerno en la frente. Todo eso fue, y sigue siendo, un gran misterio para mi.

14
Oh melancolía
Era una canción que necesitaba hacer. Llevaba años trabajando con Afrocuba, dándole preferencia a los ritmos, y mi espíritu añoraba la lírica. El tema se me ocurrió en un ensayo que detuve inmediatamente, para correr a mi casa a desarrollarlo. No me fue fácil, estuve tres meses dándole vueltas. Pero uno acaba sabiendo reconocer cuando tiene cierto tipo de materia prima entre manos y entonces no ceja. Puse en práctica todo lo que sabía, pero afortunadamente el tema mismo era algo que no sabía, que me había inducido el azar. Y el azar es una de las fuerzas más descomunales de la naturaleza. Según los físicos, de ahí nacen las singularidades, como el Big-Bang... Bueno, está claro que no creé el universo con Oh melancolía, pero mi modesto universo musical creció con ella.

15
Casiopea
Cintio Vitier y Fina García Marruz me dijeron que era la canción que más les atraía de “Rodríguez”. Qué satisfacción sentí. Porque a mi me pasaba lo mismo. El tema de los exilios. Todos somos exiliados de algo. La misma vida se encarga de exiliarnos de sitios como la niñez. Qué elemental y qué controvertido. Casiopea y Ala de colibrí son de esas canciones que por momentos se me escapan (hay otras), y puede que algún día les descubra  otros significados, como me pasó con Unicornio. Esta ignorancia de mi mismo me ha llevado a pensar que acaso soy un mostrador de sugerencias, porque el mundo se encarga de completar la dimensión de lo que expongo. Es probable que mi utilidad consista en ser vehículo, herramienta de la que algo se sirve para que la gente no olvide aspectos de sí misma.



De su blog: Segunda cita