martes, 29 de octubre de 2013

Diversiones púb(l)icas


Alejandra - Se acabó todo proyecto literario. (pausa) ¿Quién me quiere? ¿Quién me quiso? (Triste) La gota de agua cae a ritmo sincopado, no se detiene. (En voz baja) Esta prisión me proporciona la ilusión de un refugio. Yo, Alejandra, la Troyana de Pernambuco, nieta de cabalistas, poeta predestinada a la locura, experta en abrirse camino entre las piernas, ya no necesito las calles ni las plazas, solo un colchón donde echarme. Lo más temido se ha vuelto real (pausa). Ha llegado la hora de asumir una verdad decepcionante, casi ridícula: mi condición es tan funesta que ni siquiera puede haber duelo.


(Silencio. Alejandra extrae del cajón un frasco, lo abre y se toma un puñado de pastillas. De repente se hace un absoluto silencio seguido por una súbita oscuridad. Se escucha una muchedumbre pidiendo auxilio. Al encenderse las luces, la escenografía cambia por la de un apartamento semivacío con libros rotos por todas partes: el suelo, estantes, escritorio, etc. Alejandra no está más en el escenario, solo los restos de una muñeca rota. Aparecen Mamushka y Marcelino con un vestuario diferente.)

Mamushka (con lagrimas) - Donde hubo una hija, hay cenizas y manchas de sangre y pedacitos de uñas y rizos púbicos. Su alma ha sido quemada en vida. (pausa) ¿Qué hacemos?

Marcelino - Salvarla
Mamushka- ¿De qué? ¿De quién? Todos le dieron la espalda y ahora las ratas atrapan a las trampas, la prisionera vigila a las cadenas, ella está en los espejos y me mira con angustia, a mí, la madre que encubrió al verdugo y al verdugo que blandió el hacha. Y aunque le aseguré que el hacha no caería de sus manos, voilà… el verdugo ahora encubre a una madre, y de nada valdrá, como quien dice, la idea fija. Yo estoy, respecto de ustedes, un mar más lejos.

(Marcelino se va y entra Olga)


Mamushka (Se dirige a Olga)- ¿En qué piensas?

Olga- Medito sobre la existencia incomprensible y ridícula. Sé que hay noches, versos, paisajes, suspiros, que no están detrás de mí, y si quiero descubrirlos, tendré que aprender a ser sus manos abalanzándose sobre el sufrimiento. Desde el corazón te digo, esta muerte no tiene descanso ni grandeza. Todo lo que recuerda mi boca fue borrado de la memoria de otra boca. Ahora conjuro a los elementos para que acompañen mis invocaciones, para que sean testigos y cómplices de este rito de amor.
Mamushka- Ya sé que el sufrimiento nos ciega, pero aunque nadie puede escoger otro pasado, yo necesito soltar mi queja sobre ti, para despojarme de lo que he vivido.
Olga- Debemos aceptar su muerte al igual que una heroína ridícula de tragedia griega, porque en el recuerdo sin más autocompasión ni arrepentimiento-miedo- delirio ella levantó su mano y la empuñó contra Dios. Juraría haber escuchado su grito de agonía al morir, ¿o de alegría?
Mamushka- Yo me esfuerzo por pagar mi penitencia, cometí un crimen del que fui partícipe sin saberlo. Nosotros hemos destruido el único lugar donde mi hija habitaba sin voces, ni rumores o gritos de los parientes martirizados en cámaras de gas.
Olga- El destino y la negligencia han provocado la racha de buena suerte en los que ansiaban su fama. Ahora que todo ha sucedido. Amigos, amantes, editores, hacen declaraciones a los diarios, echándose culpas. También revolotean por lo bajo preparando sus hondas: acusan, indignados por lo que ha sucedido, pero jamás intentaron ayudar; a ninguno de ellos se le había ocurrido preguntarse si las cosas estaban en orden; solo esperaban que sucediera lo previsto, es decir, su muerte.
Mamushka- Acaso, ¿no era más fácil desprenderse y así evitar caer al vacío con ella?
Olga- Ninguna de las puertas que ella abrió eran para salir. Todas estaban en el revés de los espejos y el magistral viaje culminó en sus escritos.
Mamushka - ¿Y para qué? Nadie recordará su olor a tristeza, ustedes no recordarán el gusto del vino atado a la lengua, no recordarán el color de la noche en los ojos de los ahogados sino que recordarán palabras que flotan como máscaras, como cáscaras vacías que nunca contuvieron nada, y recordarán sus ojos que pagaron al amor el mas alto tributo. Recordarán su nombre que significó mucho para quien lo llevó como un arma en la noche de los grandes encuentros y del dolor sin desenlace.

(Pausa y Olga va hacia la ventana)


Mamushka - ¿Por qué te vas?

Olga- Su casa ha sido profanada, saqueada por los violadores de tumbas…. No creo estar molestando a nadie pero debo irme.
Mamushka – Quédate un momento…
Olga- Si recogemos sus papeles podríamos reconstruir la trampa mortal.
Mamushka - ¿Qué trampa? ¿El laberinto donde sus labios exangües sorbieron los venenos de la vanidad?
Olga- Un ángel adorable con hocico de cerdo le tendió una celada y ella cayó perdiéndose en los insomnios poblados de muros, detonaciones, gritos. El aire poco a poco se tornó un campo de concentración para la niña minúscula que bailaba sobre el filo del cuchillo.

(Se oye un silbato y una marcha de ejército. Sale a escena Héleno -Poeta travesti- con un baúl en la mano)


Mamushka- ¿Qué traes en ese baúl?

Poeta travesti- Sus heridas, las flores secas que conservó detrás de la puerta, figuritas rotas de madera, una revista pornográfica usada con fines ilícitos, fotos ajadas por el tiempo, su existencia vuelta cenizas.
Mamushka- No fuimos una buena estrella para ella: pertenecemos a una raza maldita. Siempre oyendo el delirio de los lobos (pausa). Hija, era tan fácil que me la hiciste. Si la ahogada no oponía resistencia al que lo ahogaba, qué sentido tenía ahogarla, qué sentido tenía repetir una muerte, un gesto de desenlace dramático que ya se cumplió cuando era el momento. ¿Qué sentido tuvo desenterrar a los muertos y romperles los huesos a palos? ¿Qué sentido tuvo estrangular a la hija que yacía violada y fría antes de nacer?
Poeta travesti - Tranquila Mamushka, es una suerte que nadie te ayude. (Pausa) No hay nada más peligroso, cuando se necesita ayuda, que recibirla. Tu hija te deja un legado en su obra.
Mamushka- ¿Y de qué me sirve su gloria? Yo la quiero viva….¿Para qué seguimos hablando? No hay más esperanzas. Tuve un contenedor lleno de esperanzas rotas, la misma esperanza rota mil veces en realidad, y hacía rato que había puesto el candado. Sin embargo, la tenacidad y empeño con que se manifestaba el “espero una vida mejor” a pesar de mis repetidas advertencias, logró un poder imposible de ignorar. No puedo hacer otra cosa que ceder ante mis negligentes y ciegos sentimientos maternales.
Poeta travesti -(se acerca a Olga) ¿Lloras?
Olga- Tengo culpa. Pero el silencio es algo cierto, verdadero. No estamos solos. Alguien –tal vez muchos- tiemblan en este cuarto mal alumbrado, debajo de mi mano sobre el papel, entre las sombras. Gente que ella amó. Todas sus habitaciones fueron tugurios de espectros y sumideros de llamadas ahogadas por un orgullo único. Todo esto para reventar como una perra caliente, cualquier día de lluvia.
Mamushka- Busca a Marcelino.
Poeta travesti - Se niega a verte.
Mamushka- ¿Hace algo?
Poeta travesti - Ha enmudecido.
Mamushka- ¿Piensa resucitarla a través del silencio? Tuvo el papel de bufón, sí, pero nadie rió, está preso de una seriedad mortal porqué está como quien no está y se va como quien nunca estuvo.
Poeta travesti - Cada uno resucita a sus muertos de la forma que puede. También él está a cinco pasos de la muerte. …Y yo sé lo que digo, lo sé tanto que no debería decirlo de nuevo. Pero mi lengua anfetamínica no se deshabitúa de rumiar siempre lo de siempre.

(Olga da vueltas por la habitación. Camina como una autómata. Rumores de tormenta)


Olga- Poeta suicida, poeta de las palabras puras, eran legión, legión encarnizada posándose sobre tu nombre. Ahora se multiplican a medida que te destejes hasta el último hilván, apresándote contra las telarañas voraces de la nada.

Mamushka- ¿Qué haces?
Olga- Recito una elegía.
Mamushka- Aquí solo se reza.
Olga- ¿Ya no hay derecho al poema?
Mamushka- No (pausa). Acércate a la ventana.

(Olga se asoma por la ventana)


Mamushka- ¿Qué ves?

Olga- Veo a la poeta caminando por París… escribe sin tregua, fuma, bebe, ríe, hace el amor. Está rodeada de escritores jóvenes, de varios “monstres sacrés” y de artistas de cine. En este momento, se acerca una mujer al grupo a pedir un cigarrillo y…¡habla español! Tiene un acento parecido a... (pausa) se llama... (la interrumpe Mamushka)
Mamushka- Basta, ¡no sigas! cierra la ventana.

(Olga se aleja de la ventana)


Poeta travesti - Estoy cansado de tantos lamentos sin sentido, la poesía envuelta en papel celofán….

Olga- Se habla para no decir nada, travesti de los Urales.

(Mamushka comienza a hacer pucheros y posteriormente llora)


Olga- ¿Por qué lloras? Las palabras siempre nos sirvieron de guarida; siempre nos resguardaron de todo peligro. Escondidas entre ellas, la oscuridad que nos brindaban era todo lo que necesitábamos para sentirnos a salvo. Ni las arañas podrían tocarnos allí. Nadie. Ahora, ella se ido a otro universo en donde no hay gritos ni máscaras, donde los espejos reflejan sólo lo hermoso. Sin embargo, viéndote siento miedo. Estoy con pavura.

Mamushka- De repente, el mundo ha caído sobre mí. Quisiera correr y entrar en la luz. Pero en su recuerdo hay una mano dorada de mujer que me agarra del brazo y llora.
Olga- Tu solo recuerdas la criatura hambrienta que la deshabitaba.

(El Poeta Travesti recoge los pedazos de la muñeca y se la entrega a Mamushka)


Mamushka (abrazando a la muñeca) – Pensar que ella ni piensa que duerme.

Coro (Olga y el Poeta Travesti)- Golpea, golpea su cabeza, que tus manos resuenen.
Mamushka- El tiempo terminará devorando todo, hasta su memoria…
Coro (Olga y el Poeta Travesti)-Como el viento se lleva al humo.
Mamushka-No puedo oír su voz…
Coro (Olga y el Poeta Travesti) – Te toca morar el infierno en vida.
Mamushka- Ella me lleva, me arrastra…
Coro (Olga y el Poeta Travesti)- La negra muerte cubre sus ojos.
Mamushka- Olvidaré mi nombre, el suyo. Ha muerto la desdichada.


(Pausa. Se oye la campanilla de la puerta)


Mamushka- Debe ser alguien.


(Olga y el poeta travesti se van hacia la ventana y de pronto se detienen. Se oscurece la escena y enfoca a una figura fantasmal que se aproxima a Mamushka)


Hija - Nosotras, las dos, vivimos durante treinta y seis años reinventando hacia atrás. Yo fui descubriendo que eras huérfana, casada y viuda, todo bien envuelto en fotos, papeles, cajas y lápices rotos. Ahora el silencio trae hasta esta orilla los desechos más impuros: infortunios invisibles, gritos al amanecer, un poema que no supiste escuchar, ni quise escribir.

"No importa si cuando llame el amor

yo estoy muerta.
Vendré.
Siempre vendré
si alguna vez 
llama el amor."

Ahora tu dolor disuelve mi odio y la mano que se alzó para condenarte se arrepiente. Y yo ¿acaso he sabido hacerlo? Sí, estuve en el lugar de la cita, a la hora indicada, y nadie acudió. Esto es todo, no es mucho aunque es todo. Mamushka, el silencio que envuelve tus temores, tu enfermedad de posesión, conmueven mi alma despojada. Pero esta, la última vez, te digo, en el fondo de todo hay un jardín. Estoy en mi jardín.


(La hija se aleja y desaparece en la oscuridad. Un foco de luz ilumina a Mamushka quien todavía tiene los trozos de la muñeca en las manos)


Mamushka- Alguna vez pronuncié tus nombres: Buma, Flor, Sasha, Alejandra, construidos con voz pura. Ahora que la inmortalidad te cubre y tus párpados se han despoblado de la locura, declaro tu muerte por segunda vez: sed, pulmones, respiración que se vacía, playa solitaria de un tiempo acotado... (mira)

Está amaneciendo… (grita) !!! ¡hija!... Mi hija no ha muerto…. ¡hija! ¡hija!...

(Al salir se va inmovilizando. Se oscurece la escena)






Patricia Venti
(Fragmento final de Diversiones púb(l)icas)

martes, 22 de octubre de 2013

Siempre al estar con Silvio a solas me pongo a pensar en el futuro, cuando esté vieja, cómo va a ser y qué cosas voy a sentir al escucharlo. Me he criado con su música desde que tengo memoria, desde antes de nacer incluso. Nunca se me van a olvidar las imágenes de mi papá sentado en la cama del cuarto, tocando en la guitarra sus canciones y yo metiendo mis dedos entre las cuerdas. Creo, casi segura, que no hay una canción que me recuerde más a mi viejo que Unicornio, quizás porque a la larga ha sido el único amigo que me ha apoyado en todos mis cagadales. Esa canción -que habla de la amistad perdida- siempre me produce maripositas tristes en el estómago, pues me los cuenta a los dos como unicornios azules que aún no se me han perdido pero que un día lo harán.

Estos meses raros sin saber del viejo me han puesto a meditar en esa situación compleja que es el amor paternal. Mi papi ha sido siempre, a pesar de muchas cosas, la figura junguiana de mi admiración y cariño. De niña era una cuestión muy romántica, por así decirlo. Ahora que soy adulta veo en mi papá a un amigo irremplazable -con el que siempre estoy peleando, sí- al que entiendo, y que me entiende. Y Silvio, pues qué decir, cuando quiere juega conmigo y puede hacerme sentir infinitamente triste y luego, en un instante, infinitamente feliz. Más que un cantautor predilecto, fue y es algo ya muy propio: su figura inevitablemente atraviesa lo que mi viejo es para mí, tanto que los dos le dan forma a la figura paternal que quiero y que como hija valoro. Estoy segura que cuando uno de los dos falte, voy a sentir que perdí a la mitad del otro. 


***


Papá, yo te hablaré despacio
como quien le habla al viento.

Dibujaré en la penumbra tu mirada cansada,
tus ojos de color humano,
tus lozanas arrugas
que en tantos y tantos años
no han perdido su luz. 

Papá, si tienes miedo
estaré a tu lado
de lejos;
no dormiré si tú no duermes,
si estás mudo callaré.
Juntaremos
el silencio de las flores
en una sola palabra.

Escucharé las grabaciones
sentada en la ventana,
aquellos viejos cassettes,
pequeños monumentos
que arraigan tu alegría 
mi voz junto a la tuya
y el dulce desafino de tus cuerdas.

Papá, quédate conmigo
aunque no estés aquí,
mi llanto no ha madurado
para un adiós de verdad.

Si te perdieras un día
me quedaría amarrada
a números incontables,
a vacíos feroces
con una sola canción.

Por un camino de piedras
caminaría, muy lento,
como los ciegos que a tientas
tocan mundos oscuros,
soñando con los paisajes
que nunca pudieron ver.

Me sentiría muy triste cuando viera el carrito
del señor que vende hot dogs,
cuando escuche Silvio a medianoche, 
y llore de repente
como hoy.

Papá, yo pensaré en ti
cuando nadie lo haga,
desearé tu presencia cuando en las sombras
las estrellas salgan a pasear
y nuestra osa mayor brille
más que nunca.

Te veré en cosas ajenas
en la lejanía misma
-esa ruta desleal
que ha sido nuestro verdugo.

Estaré contigo hasta que el mundo 
se descomponga y muera;
volveré a sacar tus canas
y a dormir sobre tu panza
y reiremos juntos como enamorados
que nunca ven la caída.

Papá, cuando no tengas
una miga de razón
yo seré tu conciencia,
y cuando el hastío te consuma,
yo seré tu locura.

Cuando falte la diatriba
o una plática chistosa que dure horas
y horas,
no te olvides que existe
quien aún lleva tu progenie:
la soledad,
el sol.

Papá, nadie te ama
como puedo amarte yo.

-"Papá" (2004).






domingo, 20 de octubre de 2013

Espera del milagro


Espera del milagro. Igualmente de niña, cuando caminaba dichosa, segura de que me seguía una presencia protectora, divina. Cuántas veces le ofrecí la ocasión de manifestarse... Me detenía con los ojos cerrados: "Va a suceder, háblame, está por suceder, háblame...".

Y ahora. Llueve y lo espero y tal vez no venga y lo amo.






Texto: Diarios. Alejandra Pizarnik

sábado, 19 de octubre de 2013

Honduras: golpe y pluma



El pasado 9 de octubre en el Museo "Casa Morazán" se presentó la antología Honduras: golpe y pluma (Siguanaba Editorial), que reúne la poesía de cuarenta y siete mujeres. Lety Elvir fue la encargada de la edición y de la selección de autoras. Todos los poemas, ciento diecinueve en total, surgieron a partir del golpe de Estado de 2009. Es un libro de poesía resistente. 

No hay un rango generacional en el libro: autoras ya con una trayectoria de peso como Rebeca Becerra, Amanda Castro (†), Jessica Isla y Mayra Oyuela fueron incluidas, al igual que nuevas voces como Karen Valladares, Evelyn Torres, Carolina Torres, Sara Tomé y Heidy Alachán. Aquí les comparto los poemas de mi autoría que fueron incluidos en el libro, más adelante cuando lo lea por completo espero compartir una de selección del resto de las autoras. 



Una foto mía en una de las lecturas que se realizaron, para pecar un poco con el ego, jeje.
Fotografía de Lourdes Soto




(En el futuro...)

En el futuro
si esta guerra no termina
seguiremos leyendo marxismo aunque no esté de moda.
Quizá nos convirtamos
en un montón de viejas torpes
que proyecten su amargura en el café de la tarde.
Si logramos ver
la última flor con vida
y perdamos por completo la cordura
o al contrario abracemos
el cenit de la dicha
convulsas, contemplando un último sol tibio
un último gramo de aire limpio
una última sonrisa en algún niño.

Por ahora, aquí estamos.
En el fondo del espanto
donde el cultivo de lo insólito
es el pan de cada día.
Donde, en su desorden, las luces
de la ciudad parecen
inválidas estrellas que no supieron volar.
Donde la sangre y las metrallas
son piezas de decorado público.
Donde el que calla, por miedo,
se encierra en un limbo de su propia construcción
y aquel que no lo hace
engruesa la lista de mártires en el periódico.

Por ahora, así estamos.
Viviendo con una abrumadora normalidad anormal
la crudeza de muerte
en este país triste
en esta ruta invisible

en lo hondo,
Honduras.


Memoria

Los matorrales aun
guardan olor a ceniza.

Se siente el agua gotear
desde un cielo estampado:
no sabemos si es sangre, lluvia ácida o gritos
amarrados al semen de tarántulas verdes.

Hordas que se confunden
con toda la basura.
Ráfagas que ya no duelen
o duelen demasiado:
nos ensartan con furia esta escena perpetua
de guadañas rampantes.

...lentamente clavamos nuestros ojos al fango,
al abismo del suelo:
Arte del avestruz.

Sus golpes solo sacuden el fuego que nos calcina
golpes que arrinconaron la luz bajo sus corazas,
golpes, con el poder de la muerte legislando
golpes que despertaron del sueño a la Memoria.

Y no dormiremos más
hasta rearmar los pedazos
por cada día con hambre,
por quienes antes soñaron y hoy tiñen los matorrales
el pueblo que un día fuimos...

Los que siempre estarán
en ninguna parte.


Utopía o muerte 

“Lucho 
porque sé 
que algún día 
el más grande crimen 
será pisar una flor.”  
Julio San Francisco 

Conozco la forma de tu silueta desde la sombra misma,
desde el volcán y el nido,
desde el bosque recóndito en tu propia mente;
te conozco
y hoy puedo jurar, compañera,
que esta trinchera que fundamos
no bajará su guardia frente a los truenos;
ni caerá ante la barbarie
este amor no profesado.

Quizás te vea o no te vea nunca,
quizás te mueras o muera en la lucha
pero la flor seguirá brillando
abierta a un nuevo norte
y las palomas volverán al parque
como vuelven a los prados
y al monte verde y escarpado.


que tras las paredes cercadas
y las líneas fronterizas
se halla esa libertad, lejana de las sombras.
Sé que amaré de nuevo este azul
que hoy me sabe a destierro
y que brillará un día el sol
como la Patria socialista.

Se predicará en las calles
el evangelio de la liberación,
mientras crezcan en los campos
los niños como granos de maíz.
Se cantarán los himnos,
quedará atrás el dialecto de la melancolía.
Se olvidarán los dioses rindiendo culto al humano,
mujeres y hombres
haremos el amor los jueves y domingos,
religiosamente,
como conejos desnudos en los prados de Palmerola.

Amiga, sé
que no estarás conmigo
que no seré la llovizna que madure tus frutos
que no caminarás de mi mano por ese puente colgante,
ni ese río dará un paisaje
para el canto nuestro.
Sin embargo, prometo
que el triunfo del maíz y el pan se expandirá contigo
que te alzaré como a mi bandera,
tatuado estará tu influjo
en la sangre
de mil poemas heridos
por sagaces dictaduras,
rotos en los charcos de las bocacalles
y en los abrazos húmedos
por las chispeantes estrellas de un cielo sin smog.

Como un ejército hinchado de alegría
caminaremos
sobre espejos que proyecten la luz y la reflejen,
cuando muera la mentira, la traición, el mito,
y renazcan los imprescindibles,
en el instinto que nos unió
bajo tu afán,
mi guerrillera.

Con o sin sol, te pensaremos,
llevará el aire a tu puerta
el gorjeo de mi boca en su llamado,
y sé, compañera,
que de un futuro sueño seremos abono,
que llegará el amor con su eterno reino
horadando sobre el delito y la porfía
y germinará la semilla de la esperanza
en la explosión de un universo virgen
renovado en la tierra
que, para entonces,
nos cubra.

viernes, 18 de octubre de 2013

La poesía de Tulio Galeas

Foto: Fabricio Estrada


Tulio Galeas*, a mi criterio, uno de los maeses de la poesía hondureña de vanguardia, se abrió campo durante la década del setenta. Junto a José Adán Castelar, Nelson Merren, José Luis Quesada, Marco Tulio Miró, Francisco Aquino y Carlos Ramírez, formó parte del grupo "La voz convocada" un proyecto literario hasta el momento irrepetible. Su poesía ofrece construcciones metafóricas líricas y profundas; es una metáfora bella en toda la extensión de la palabra. Recuerdo que años atrás, buscando en la biblioteca de la UPNFM el libro Perro contado de Alexis Ramírez, me encontré con Las razones, título con el que obtuvo en 1969 el Premio de Poesía "Juan Ramón Molina": un librito claro, polvoso y viejo, y me senté a hojearlo ahí mismo —era muy breve: solo quince poemas (el concurso, convocado cada año por la Escuela Superior del Prefesorado en ese tiempo, establecía un mínimo de trece poemas por libro participante)— y quedé fascinada.

La UNAH hace unos días le ofreció un merecidísimo homenaje al poeta, quien muy humildemente me regaló Cambio de alas, publicado en el 2010. Digo humildemente porque es así, un tipo tímido, callado, que pese a cargar y hacer honor al oficio de poeta no ha padecido nunca el complejo de vaca sagrada; más bien, es capaz de autonombrarse "poeta menor". Al leerlo reafirmé todas las conjeturas que tuve de su primer libro: Tulio Galeas es, sin duda alguna, uno de los nombres más representativos de la poesía total (usando sus formas) del país. Su producción literaria —como la de los grandes maestros— no es extensa. Pero en esos dos libros únicos cabe todo, un lirismo apuntalado con los sentires humanos más hondos: angustia existencial, un manejo excepcional del amor como símbolo poético, y compromiso social. Siempre he creído que lo que aquí se escribe por algunas manos es maravilloso y resulta triste saber que voces como la suya no llegan fácilmente a todo el mundo. Comparto una muestra seleccionada a mi gusto —y seguro le he fallado al dejar fuera piezas únicas, lo que debe animarles a conocerlo más— de sus dos libros publicados hasta ahora, confiando que aún nos queda Tulio Galeas para rato.


De Cambio de alas, 2010




Poeta menor

Soy la pequeña puerta, el desvarío
del invierno,
una cifra escondida
en el vientre infinito de los números,
el que escuchó la ingrata alegoría
del ruiseñor de Borges,
el que no tiene voz sino vacío,
el alimento oscuro del olvido,
el que esconde sus sueños
ante el acoso de la medianía,
el que sabe que el tiempo que le queda
es limitado y simple
y no le importa
entregar sus silencios a la hoguera.


A veces las palabras

A veces las palabras
lastiman a la música,
le costuran espinas en el lugar
más hondo del sonido,
le deforman la piel
y entran de lleno
con un puñal en el remordimiento.

Los oídos no saben si cerrarse o abrirse
ni separar la fruta de su cáscara,
simplemente la escuchan,
la dejan acercarse,
mezclar su intimidad 
y prostituirse.

Después dejan que viva
el producto final
de ese martirio.


Epitafios

Borren los epitafios,
no quiero que adelanten
su sentencia,
su aroma de camino desandado.

No quiero ver mi nombre encadenado
a unas pocas palabras,
a unas cifras inciertas.
No quiero nada con la muerte, temo
hasta decir su nombre, he padecido
insomnios por su culpa.
Su figura de cielo desgarbado
me acecha desde mi juventud
con promesas de luz y vida eterna.
Levanté una pared contra el acoso
de las formas comunes de la muerte,
contra la hipocresía de sus tentaciones.
Odio esos paraísos inventados,
la fantasía de morir por otros.
He sorteado las trampas de miseria
adonde quiso llevarme
y descubrí a tiempo su contagio, 
su relación estrecha con la noche.
Me sabe más amargo su café cada día,
sus rincones de luto,
su energía cautiva.

Prefiero mi humildad 
a la grandeza de su roce
y a sus trajes incómodos.
Viendo los epitafios
he perdido las ganas de morirme.
Como es inevitable
quiero morirme viejo,
alabado por todas mis arrugas
y tan lleno de vida que la muerte
piense en volver mañana.

Quiero morirme útil
rodeado por mis libros
con un olor
de vela consumida,
ignorado por los epitafios,
con un espacio limpio
donde alguien
perfume mi recuerdo
con sus rosas.


Rendición de cuentas

No tengo nada que exigir. La vida
es solo una mirada de la suerte,
una breve agonía, un simulacro
de la prisa, el bostezo
de un creador aburrido.
La ingenuidad nos hace creer
que en cada árbol hay frutos permanentes,
que con palabras se fabrican sueños,
que con juguetes se fabrican niños,
que la memoria es una piedra estable.
Somos restos de una guerra perdida,
la bandera de un país derrotado,
un hijo que se arroja a la basura,
una miga de pan que se resbala
de un banquete de nubes.

Nunca pedí venir y no sé si agradezco
este espacio de angustia,
el tiempo inexplicable
que le serví al dolor como experiencia.

Pude mirar un cielo que siempre será ajeno
y rozar el amor como quien toca
el lomo de una bestia desconfiada,
creer en la verdad sin comprobarla, 
aceptar los defectos
que solo por nacer traigo en la carne.

Fui siempre como un ciego
que regaló a la noche su fortuna.
No pido una indulgencia
ni la moneda oscura de un recuerdo
ni un apretado cinturón que evite
mi desaparición tras el impacto.

Soy la sombra
que nunca se acomoda a ningún cuerpo,
un pasajero hacia ninguna parte,
un murmullo que nunca llegará a ser palabra.
Nunca veré otra luz, ¿para qué quiero
repetir esta luz en otro ambiente?
Es mejor apagarla y abandonar la escena.

Cuando se acabe el tiempo
de vivir, le dejaré
todas mis pertenencias a la muerte.


En mi cuarto de estudio

Los olores de la noche
entran por la ventana.
La ventana es del tamaño de la noche,
la noche hace de la ventana
un sueño
que huye y abre nuevas
ventanas a la noche;
es una noche llena de ventanas
por donde entra y sale
siempre
el mismo hombre.


Arte poética

Como una inesperada visita
o hijo de la lucha
contra la tierra dura
de la página en blanco,
el poema amanece
aún húmedo de insomnios.

Fruto de árboles diferentes,
no sé hasta dónde es mío 
o es ajeno;
su propiedad es un derecho
que solo el aire puede reclamar.
Lancé mi red a ese naufragio de palabras
y el azar me devuelve
ese pétalo abierto
como un ojo al instante de su primera luz,
inevitable vida que se abre camino
igual que cualquier flor.


La otra luna

La luna se aleja de la tierra cada día
como una enamorada que resiste
todas las embestidas
y cierra poco a poco su ventana.

Un día su figura 
de fábula dorada
será un recuerdo incierto,
pájaro de otras nubes,
vaivén para otros mares.

Me invade la nostalgia
de los ojos futuros
que al no encontrar su nombre
en la agenda del cielo
escarbarán la tierra
buscando nuestros ojos
para poder mirarla.


Los niños en la calle

No son niños, son señales de luto
que la luna reparte,
piedras que usa el hombre contra el hombre,
gusanos que envenenan los pasteles,
cicatrices en las manos de Dios.

Viven los sobresaltos
de un animal en riesgo permanente.
¿Quién dice que son niños
si al nacer están llenos
de todas las vergüenzas de un adulto?

La vida los separa como ediciones falsas.
Son las pruebas fallidas, los trajes descartables,
las manchas del mantel, los defectos
que se esconden con pánico,
las arrugas del rostro de la calle.
¿Quién podrá regresarlos a su edad
y devolverlos a un planeta de niños?
No entran en el negocio del presente.

Ojalá que el futuro, aunque sea a pedradas,
lo conquisten los niños en la calle.


Desaparecidos

Los huesos son los únicos que dicen
que hubo un ser humano en ese espacio.
Los huesos son palabras que no duermen,
lámparas de un gas inagotable,
no hay muerte que los cubra.
Buscan una salida
a través de las bocas que reclaman justicia.

No habrá paz si no vuelven los ojos traicionados
a rescatar la luz que les robaron.
El olvido no cabe en estos huesos,
es necesario abrir a dentelladas todos los escondrijos.

No habrá paz hasta el día
en que todos los huesos enterrados
puedan contar su historia
y torcerles el nombre a los culpables.

Hasta entonces
echaremos a andar nuestros relojes.


Carta a mi madre

Han pasado los años y tu muerte
cada día es más firme. Se levanta
la niebla entre los dos. Amontonan recuerdos
las palabras.

Cada día es más hondo el pozo
donde fuiste 
a buscar cualquier cosa.
Han crecido tus nietos
y tu hijo menor es casi un viejo.

Las acacias levantan su frente en mi ventana
atisbando tu luz.
El barrio es diferente. Alguien
le extravió los perfumes a la brisa
y un edificio enorme
nos robó medio cielo.
Solo el mar y la lluvia son los mismos fantasmas
y con ellos aún vives tarareando promesas.

Esperando tocarte por azar o atraído
por ese amor que ni la muerte
pudo romper, he dejado mi sueño a la deriva.

Sentado en el brocal del pozo
te espero con todas mis velas encendidas.
Y no sé si ilumino tu regreso o preparo el camino
donde un día tendré que ir a buscarte.




De Las razones, 1970


La muerte pequeña

Vino la muerte un día y me dejó vacío.
Fue una muerte pequeña, fue un mensaje
de la muerte infinita, una gota tal vez, un hilo apenas…
en mi perfil se recostó su estrella,
medio metro de sombra se enroscó en mi cintura.

Pero borró mis huellas primitivas
y la mañana azul de mi palabra niña.
Yo me quedé ante el mundo como un recién nacido.
Se arrodilló mi corazón de pronto,
y me miré las manos, y tenía
un puñado de tierra hecho destino.


Un día llegarás

Un día llegarás, y contigo el reclamo
de siglos que pasaron acechando mis ruidos
detrás de la semilla y del hambre nocturna.
Vendrá el sabor sin publicar el hábito
rodeado de tibieza, la mañana
que me perdió, las rosas
apenas defendidas por suspiros.

Todo vendrá contigo. No sabré contenerme,
ni tocarme, ni herirme.
Como una casa nueva
se encenderá mi corazón, y el llanto
morderá mis orgullos, mi estación decadente.

Será justo que llames.

Pero ahora, descansa.
No levantes tus ojos de fantasma
intranquilo, tu cerebro sin sexo,
tus atisbos de luz, no martirices
la escalera del sueño, no persigas
el peso de mi nombre. Espera.
Un día serás recompensado.


El enigma

Y en pos del amor, de las costuras
del amor, le crecieron
las esperas y el tedio.

Pasó con su fatiga, con su color
de vuelo, su número
olvidado.

Apenas lo miraron las alas
que agitaban
su desnudez al cielo,
y acaso los chirridos
que salían golpeando
la pereza del alba.

Una tarde la sangre
se le aburrió. Llamaron
desde atrás,
desde el suelo.

Entonces, se detuvo.
Se tocó
largamente
para reconocerse,
y se sintió
de pronto, tan ajeno,
tan de otro,
que amó por fin
al ser que lo habitaba.


Las razones

Desde el silencio vine. Yo traía,
un sol, un cielo joven,
un extraño sabor de bosque que crecía,
de tierra que germina,
un sonido de mar embotellado,
de energía aplastada como un tigre entre redes,
de lluvia que se acerca paso a paso en la noche
hasta no ser sino un soplo aburrido.
Solo quería ver lo que llamaban
territorio y poesía, vida plena.

Llegué aquí. Las espinas
se enamoraron de mis pies desnudos,
los hierros me lamieron las manos y las sienes.
Me enseñaron las tardes ocultas, los talleres
donde el hombre comprime su almacén de pecados;
trepé hasta los sudores,
bajé hasta las ternuras más hurañas,
hasta los manantiales sepultados, hasta el fuego
que oculta su desnudez y su hambre
de madera y rosales.
Me vi de pronto inmensamente triste,
respirando y comiendo, encadenado
a los deudos del día, al equilibrio
de la muerte y la sangre, caminando
a un ritmo de sollozo.
Ya no pude volverme hacia la niebla,
y un caserón de huesos contenía
mis fiebres inconclusas,
mi violencia de párpados hundidos,
de ruidos que se aplastan,
de música que ahoga su temblor en el pecho.
Ya no pude volverme y tuve miedo,
miedo del viejo tren que detenía
su marcha tenebrosa
en una esquina turbia donde todo está frío,
miedo del largo viento de la noche
que pasaba
desbaratando rostros y creando tempestades.


Primero es el dolor

Primero es el dolor como una espada
que desde el fondo del alma corta y brilla.
Es un mundo agitado que mete el pie y respira,
es el hombre atrapado entre siglos de espera,
es el hombre sepulto bajo un cielo violento
de fibras distendidas,
llevado como un buzo dormido por un mar
taciturno, que se extravió del llanto.

Es un grito apretándose contra la piel, hiriendo
el silencio de un túnel sudoroso y convulso,
creciendo entre tinieblas como una flor nocturna.

Desde su cárcel, solo,
con su pequeño corazón metido
en las rendijas de la medianoche,
en la incierta ribera de un sueño que termina,
desde su dependencia que se rompe:
el hombre se desliza, se precipita, lanza
sus huesos dulces y su angustia nueva,
su derecho a ser parte de un sol, de un no cualquiera,
pide aire, pide boca, pide techo y hoguera,
golpea las costuras, las ventanas del puño,
y es un lamento ahogado como de viejos muertos
que estremecen el eje mineral de la tierra.

Es algo que se siente crecer, es como el ruido
de una guerra que se hace gota a gota en las noches.
Es un dolor que desde el lado de la muerte choca
buscando un hueco, una escalera, un hilo,
un corredor que escape de la muerte,
una llave que rompa la corteza rugosa
y ácida que lo envuelve, es el ronco
hervor de un pecho asmático,
es el semen poblado de órganos y pelos,
golpeando desde el frío, haciendo a dentelladas
su pasión libertaria,
es un llanto enjaulado dentro de un ojo ciego
que tiene hambre de estrellas y ambición de caminos.

Ya no hay curva capaz de contenerlo,
nos invade el sollozo de agrietadas paredes
y de uñas que atenazan el filo de la tierra.

Se tocan los rugidos, la sed que se avecina,
los grandes manotazos y las ramas
que asaltan el mantel azorado,
los pies de azul maligno que desgarran y llenan
de palidez y miedo
los muros de la vida.


Tregua

En el amor total quiero asilarme
toda la noche, como un fugitivo
de la espesa república del tedio;
en el amor mis oídos perseguidos
quieren santificarse.

En el amor entero quiero hundirme,
con mi dolor que pesa como un motor cansado,
con mi vegetación de soledades,
con mis pañuelos y mis cartas viejas
que saben a bandera arrinconada.
En el amor quiero pertenecerme,
con la misma pasión que los ahogados tienen para la sed
y el que murió peleando por la olvidada cama;
toda la noche quiero morirme
en tus abusos, en tu rojo extraviado,

quiero debilitarme,
llenarme el puño con tu horrible usura,
provocar tu guitarra vengativa,
arrugarte la angustia hasta que llores,

quiero mancharme, amor, que me bendigas
en tu templo maldito, donde el dolor
es una espada amable
y la agonía huele a casa nueva,

de donde vengas, amor, y a donde vayas,
seas un huracán amaestrado
o una calle sucia, abandonada,
porque ya no hay espacio donde poner los pies;

el rostro de una niña
donde el deseo aún no ha meditado,
un papel amarillo nunca escrito,
una rosa apretada hasta la espina,
una tarde mestiza, un sol sin tierra,

o lo que sea al fin pero que me ame
toda esta larga noche
hasta que el mundo
con su parto de luz nos despedace.





(*) Tulio Galeas (La Ceiba, 1944). Poeta y médico hondureño. Autor de Las razones (1970) y Cambio de alas (2010).

martes, 15 de octubre de 2013

Selección de poemas de "Blanco" de Rubén Izaguirre



Hace como diez años el azar me condujo a este libro. Realizaba mis cotidianos paseos por el centro de Tegucigalpa, siguiendo siempre la misma ruta: llegar al café, luego sentarme en las gradas de la Catedral a fumar con algún desconocido —o un amigo, si estaba con suerte—, y pasar por la librería. 
Cuando vi este libro me llamó muchísimo la atención por dos cosas: primero, el diseño cuadrado, extraño para quienes acostumbrábamos a concebir un libro bajo su típico tamaño de media carta, junto a la portada abstracta que presentaba. Segundo, al abrir, ver los poemitas, tan chiquitos (también esa época no imaginaba que un poema podía ser tan "cortita"). No tenía en ese tiempo el más mínimo criterio para comprar un libro, así fue como cayeron en mis manos un montón de desechos, y otro montón de maravillas. Este libro, justamente, me maravilló.
Algo no estaba tan mal en mí, Blanco de Rubén Izaguirre es uno de esos libros olvidados, en el buen sentido de la palabra, de lo más claro de aquellos años noventa.  
Rubén tiene un estilo muy singular, una poesía epigramática muy dulce, y en muchos casos, profunda. Les comparto una selección a mi gusto de este clasicazo de la poesía de pos vanguardia en Honduras.



I
Este cielo
no tiene nubes,
sino hombres
acurrucados
que provocan
mal tiempo.


II
La noche se refugió
en los brazos
de Roberto Tinoco.

Los enamorados vienen a pedirle
permiso para hacer el amor.
Él, mientras tanto, les canta.


III
A veces
me siento
un orgasmo
triste.


V
Cuando me asomo
a tus pequeños ojos,
siento una multitud
de corazones
abrazados.


XIII
Para escribir
lo único que hago
es encerrar un lápiz
en mi mano
y pedirle que muera.


XXII
El otro día
dije tu nombre
en medio
de mis piernas.


XXVIII
Recuerdo cuando tu boca se iba sin pronunciar palabra.
También recuerdo tus ojos en blanco,
tu pecho abierto junto al mío
en aquella rutina de sangre envenenada.
Tuvimos la oportunidad
de cruzarnos para siempre,
de quedar impuestos el uno al otro
en el reino indócil de nuestro dios de revista.

Pero te fuiste a morir a otro lado.

Quisiste hielo puro
en vez de un torbellino de cenizas.
Luego, no sé si han pasado nubes,
pero mi corazón aún escupe sangre
que no le pertenece. 
Tal vez vaya a morir por allá cerca,
tal vez encuentre hielo o fantasía barata,
pero tus ojos blancos, tu boca virgen,
tus huesos incómodos,
caramba, eso sí es difícil de olvidar.


lunes, 14 de octubre de 2013

domingo, 13 de octubre de 2013

Secuencia de "Japón", de Carlos Reygadas