Siempre al estar con Silvio a solas me pongo a pensar en el futuro, cuando esté vieja, cómo va a ser y qué cosas voy a sentir al escucharlo. Me he criado con su música desde que tengo memoria, desde antes de nacer incluso. Nunca se me van a olvidar las imágenes de mi papá sentado en la cama del cuarto, tocando en la guitarra sus canciones y yo metiendo mis dedos entre las cuerdas. Creo, casi segura, que no hay una canción que me recuerde más a mi viejo que Unicornio, quizás porque a la larga ha sido el único amigo que me ha apoyado en todos mis cagadales. Esa canción -que habla de la amistad perdida- siempre me produce maripositas tristes en el estómago, pues me los cuenta a los dos como unicornios azules que aún no se me han perdido pero que un día lo harán.
Estos meses raros sin saber del viejo me han puesto a meditar en esa situación compleja que es el amor paternal. Mi papi ha sido siempre, a pesar de muchas cosas, la figura junguiana de mi admiración y cariño. De niña era una cuestión muy romántica, por así decirlo. Ahora que soy adulta veo en mi papá a un amigo irremplazable -con el que siempre estoy peleando, sí- al que entiendo, y que me entiende. Y Silvio, pues qué decir, cuando quiere juega conmigo y puede hacerme sentir infinitamente triste y luego, en un instante, infinitamente feliz. Más que un cantautor predilecto, fue y es algo ya muy propio: su figura inevitablemente atraviesa lo que mi viejo es para mí, tanto que los dos le dan forma a la figura paternal que quiero y que como hija valoro. Estoy segura que cuando uno de los dos falte, voy a sentir que perdí a la mitad del otro.
***
Papá, yo te hablaré despacio
como quien le habla al viento.
Dibujaré en la penumbra tu mirada cansada,
tus ojos de color humano,
tus lozanas arrugas
que en tantos y tantos años
no han perdido su luz.
Papá, si tienes miedo
estaré a tu lado
de lejos;
no dormiré si tú no duermes,
si estás mudo callaré.
Juntaremos
el silencio de las flores
en una sola palabra.
Escucharé las grabaciones
sentada en la ventana,
aquellos viejos cassettes,
pequeños monumentos
que arraigan tu alegría
mi voz junto a la tuya
y el dulce desafino de tus cuerdas.
Papá, quédate conmigo
aunque no estés aquí,
mi llanto no ha madurado
para un adiós de verdad.
Si te perdieras un día
me quedaría amarrada
a números incontables,
a vacíos feroces
con una sola canción.
Por un camino de piedras
caminaría, muy lento,
como los ciegos que a tientas
tocan mundos oscuros,
soñando con los paisajes
que nunca pudieron ver.
Me sentiría muy triste cuando viera el carrito
del señor que vende hot dogs,
cuando escuche Silvio a medianoche,
y llore de repente
como hoy.
Papá, yo pensaré en ti
cuando nadie lo haga,
desearé tu presencia cuando en las sombras
las estrellas salgan a pasear
y nuestra osa mayor brille
más que nunca.
Te veré en cosas ajenas
en la lejanía misma
-esa ruta desleal
que ha sido nuestro verdugo.
Estaré contigo hasta que el mundo
se descomponga y muera;
volveré a sacar tus canas
y a dormir sobre tu panza
y reiremos juntos como enamorados
que nunca ven la caída.
Papá, cuando no tengas
una miga de razón
yo seré tu conciencia,
y cuando el hastío te consuma,
yo seré tu locura.
Cuando falte la diatriba
o una plática chistosa que dure horas
y horas,
no te olvides que existe
quien aún lleva tu progenie:
la soledad,
el sol.
Papá, nadie te ama
como puedo amarte yo.
-"Papá" (2004).