viernes, 14 de diciembre de 2012

Selección de poemas de "Descendientes del fuego" (1987) de Livio Ramírez


I
Los amantes

Descendientes del fuego
los amantes son niños salvajes
ferocísimos seres
que no atacan a nadie
descendientes del fuego
no miran
no tienen sentido de la distancia
se precipitan en sí mismos:
de ceguera y fulgor están armados.


IV

Es el verano que ama el cuerpo de la noche
sonríes
con dulcísimos relámpagos
el sol sueña extendido
sobre tus hombros de cristal
estás viva  estás viva
es humana la luz
el tiempo te obedece
en tu rostro resplandece mi vida
bajo mis manos creces
tu esplendor te desborda
la estación cabe entre tus pechos
fiera de insomnio
el mar vigila
el curso de tu sueño
todo el fulgor del día mana de tus cabellos
el árbol del deseo
extiende tus oleajes
isla blanca tu espalda
vía láctea tu cuerpo
háblame con tus labios maduros
háblame
destruye dulcemente
el espacio que odiamos
pronuncia esa palabra que me saca del tiempo.


Recorro la ciudad

A la velocidad de un fantasma
recorro la ciudad:
si esto tuviera rostro
la golpearía,
lo atacaría de frente
como a un enemigo
a quien se odia
desde el centro del odio.

Qué peste disfrazada:
escaparates
que nada tienen que ver con la vida.
Lujosos edificios
donde se planifica la barbarie.

Amor:
me duele esta monstruosa maquinaria.
Ven, amor mío,
acércate.
Apágame esta noche
que me devora el pecho.


Selva veloz

Casa con unicornios
casa de pecho abierto
selva veloz
estatua que sólo corre hacia la primavera
tal es el tiempo de los que se aman.


* * * 
Los amantes abren el día.
La vida: más golpeada
pero ellos la levantan
en secreto  en silencio.
Ha empezado la guerra:
con su amor han sitiado la ciudad.


Ventana

Su ventana es un ojo encendido, implacable.
De noche
los amantes contemplan la ciudad:
arquitectura de odio.
Verdores arrasados.
Muros que alza el terror.
El oleaje del día muerto sobre la plaza.
Los amantes se miran.
Les florece la rabia
como si fuera un pacto.


Dime

Oh vida, oh vida:
¿soy yo aún el que aquí
desfigurado arde?
Rainer María Rilke

Dime, ¿tú entiendes esto?
¿Miras, igual que yo, cómo crece en nosotros
esta niebla atroz,
cómo nos borra con un odio lento?

Miras, igual que yo, cómo se pudre el cielo,
ahora que cuento todas las heridas
bajo esta paz estúpida que queda
después que hemos amado
como dioses o bestias. Respóndeme:

¿Oyes caer la sangre de esos días
en este mismo sitio donde yo escupo mi impotencia
y escribo con rabia la palabra Amor
y un olor a víscera y espanto
flota sobre mis papeles?

Dime
te derriba también
este alarido,
que rebota
en los muros del infierno,
este rito de ciego
en las últimas gradas de la muerte.

Ah querida:
Amor que ya no eres mi amor...
He aquí el desastre,
el abismo inmensamente presentido.
La ciudad convertida en una enorme cicatriz.
He aquí el tiempo,
nuestro tiempo,
con la columna rota.


Monólogo

Por el amor comenzará destrucción. 
Por el amor todo tendré que hacerlo nuevamente.
L.R.L

Hay en el pecho un cráter
idéntico al cadáver del mar:
el desamor,
sus garras,
sus insaciables garras de cristal.

Basta.
Basta. Incorpórate.
Abandona tu insomnio erizado de espinas.

Aparta la jauría
invisible y brutal.
Sal y enfrenta
los filos de lo oscuro.
No te detengas, sigue:
es hora
de que arrastres la noche por los cabellos.
Oblígala a caer en este pozo
en donde no terminas de ahogarte.


jueves, 4 de octubre de 2012

Poemas de "Las cosas por su nombre", Rigoberto Paredes



Daguerrotipo

siempre mirando abajo
como si algo buscaras (ciegamente)
tu espumosa cabeza a punto de caer
no toca fondo
y ondea memorable como en tus buenos tiempos
también tus manos
viejo algo buscaron
caricias bronca vainas quehaceres
siempre las vi lanzando la primera piedra
o haciéndose dos llamas cuando hablabas
ahora están allí
ajenas improbables otras manos
(ochentitantos años bien rentados
en lucha cuerpo a cuerpo con la vida
pienso que te moriste
ciudadano
porque ya no tenías otra cosa posible)
qué difícil es ya reconocerte
la memoria y sus aguas han gastado tu traje
tu abundante barriga
tus asuntos menores
de veras que no hay modo de saber dónde
aunque parezca que lo estás diciendo
un extraño paisaje asoma a tus espaldas
desperdicios de insectos
telarañas
cierto color sanguíneo
sobrevolando a solas tu inútil abolengo
la llovizna del tiempo azota tu mirada
y tu orgulloso porte va sabiendo
que también se envejece
en las fotografías.


Al héroe

para empezar
digamos que no luces tan bien en esa estatua
y da lástima verte a sol y agua
espada en mano
guerreando contra nadie
sitiado por la oscura maleza del vacío
tanta vuelta y revuelta
sudorosas distancias batalladas
todo el tiempo ganado en esos años
¿tan sólo para el manso latido de este bronce?
la realidad
(tu más cierto homenaje)
sobrevive
debajo de las patas de tu potro fantástico
bájate
descabalga esas alturas
dale historia y quehaceres a tu espada.


Los que se aman

3

ellos saben que el mundo es un fértil lugar recién hallado
un peaje cotidiano
un arduo impredecible golpeteo
una cuota de amor creciendo a penas
el roce de algún cuerpo semejante
que les da la noción de su esperanza

4

los que se aman
tienen algo en común
iguales nombres
señas de identidad
y direcciones
(café del italiano parque central amigos
esquinas avenidas de costumbre)
quiero decir la misma ciudad sencillamente

10

por eso
cada noche
antes de todo amor antes de todo
verifican su haber y sus deberes
preguntas
certidumbres
rasgaduras
ese alto diario impuesto de conciencia
que les toca pagar a sangre y fuego


Lectura de Vallejo

escribir
escribir aunque nos salga espuma
decir
decir muchísimo
desatollando sílabas palabras
hasta la empeñadura del grito necesario
mejor es algo así
antes que agitar la página
como una bandera blanca en plena guerra



sábado, 4 de agosto de 2012

Fragmentos de "Escrito sobre el amanecer", Livio Ramírez


Mirando el curso de mis días,
hoy me he detenido a estallar,
a crecer duramente
Entre reglas de juego.
a mis espaldas ruge Madrid.

Veo su cielo aún invicto entre la polución
y el veneno de los anuncios luminosos
está a punto de hundirse
sobre el amanecer.
Tengo un poco de fiebre.
(casi es nada, me digo,
con la amabilidad de un fantasma)

Y escribo:
¿Cuántos puños convergen en mi mano?
¿Cuántas voces confluyen
en mi monologo feroz?

Quiero fundir la vida y las palabras.
Apresar sus raíces, aquí,
bajo este océano
donde no hay más que insomnio.

Escribo:
no sé si hago una autopsia,
o giro en la borrasca de un gran autorretrato,
o combato en un óleo de todos o de nadie.

Sueño activamente
como una piedra que se incendia de júbilo
a pleno mediodía.
En mis manos dan saltos las imágenes.
la realidad del mundo es mi realidad,
pero no consigo escribir
mi profunda verdad animal,
la tempestad que arrecia aquí mis sienes.

Escribo:
montañas de palabras:
grandes bloques
que quiero desbastar.

Silenciosos que me esperen
en mi taller de lunas enrabiadas.
Trabajo en mi caverna civil atropellada:
Me enfantasmo.  Me enguerro.
Vibra el mundo en mi mesa de trabajo

(…)

Digo que la poesía
es el único documento personal que poseo.
Carezco de otro medio de identidad.
Digo que eres mi centro enllamarado.
Mi código de fuego.
Mi texto de aludidos.
Explosión queridísima donde escucho la vida.
Arma para vivir.

Digo que eres
Mi atigrada columna que fluye.
Árbol de guerra. Árbol que embiste y la aletea.
Sol absoluto, nuestro, que devoras los ojos
para poder seguirte.
Largo río de fuegos
donde al verme contemplo y soy la multitud.
Lava donde si corre mi verdadera imagen.
Lectura y escritura de uno mismo.
Eres el resplandor que emana
de esta hondonada.
Euflegencia invencible de las entrañas.
Domicilio de todas nuestra rabia.

Quiero escribir la vida de golpe.
Quiero que griten mis amigos muertos,
que salgan de la tierra,
puros, como relámpagos.
“quiero escribir pero me sale espuma”
así es Cesar Vallejo,
pero me salen los asesinados
y más espuma
y más asesinados
y más país de muerte atravesado.

(…)

Es tarde.
El amanecer se aproxima
como un jaguar.
Los obreros comienzan
a levantar el día.
A estas horas
la soledad acaricia mi cabeza.
Su mano es áspera,
aunque percibo
algo muy parecido a la piedad, pero mi ojo es materia en combustión:
llama.
Dardo que fluye.
hoguera casi triste.

Queridos, detestables vecinos de este edificio
donde aun leo la post-guerra:
mañana seremos nuevamente
las piezas
que la gran máquina exige.
Mañana habrá que llegar puntuales
a los respectivos mataderos.
Que descanses Madrid, reposa.
Estás rendido.

Buenas noches América.
Atlántico que me unes y me separas.
Buenas noches país descuartizado.
Patria vendida en el mercado negro.
Ciudad que trituraste mis sueños
Y mis nervios.
barrio desdibujado,
patio de Nina Lincho,
casa donde nací.
Apartamentos, cuartos:
Increíbles cavernas donde he vivido.
Sepulcro de mi padre.
Ferocísimo amor que me consumes.
Estoy solo, impotente
ante los estallidos
de mi propia memoria.
Es como si un animal salvaje
revoloteara en mi sangre.
como si un clavicordio
rodara en mis entrañas.

Hasta mañana
seres humanos;
que descanses
casa degenerada:
planeta que debieras nacer de nuevo.
Hasta mañana, ciudad,
ciudades.
Buenas noches,
amado mundo podrido

miércoles, 16 de mayo de 2012

Fragmento 31-III de "Jonás, fin del mundo o líneas en una botella"



Edilberto Cardona Bulnes en 1990.


Hoy sé, Muerte mía, que eres como eres.
Qué pies tan limpios, tan dulces, de lactante, y tan firmes.
Qué bellas manos tienes
tan de beso en estas mis golpizas, y cómo de pequeñas en mis siete alegrías
cada cincuenta años. Recién lo sé. No han sido mis ojos los mirados por mis ojos.
Han sido vistos por tus ojos desde los míos, en silencio.
—Ojo, en este idioma,
faz sin boca. No sin palabra—.
Tengo el sabor de tus labios y soy de tu color.
Desde cuándo sin darme cuenta. Y cómo tardas
para dejar ver tu alunado perfil. A veces,
gatito azul, dejas pasar mi angustia por tu delicadez. En Sunam, una tarde,
me hablas, y te ignoro, pero me con-mueves,
a través de la tarde como siempre
en cruces de caminos. Siempre despedida
y bienvenida siempre. No puedo
pensar sin pensarte, vivir sin vivirte,
ser sin serte. Eres como de dura luz.
Yo tu papel, tu tinta, tu escrito, tu escribano y tu lector.
Escrito de Muerte yo.
Yo lector de Muerte.
Leyendo me logro tu escritura, mariposa negra, pues al leer
soy escribano tuyo
transcribiéndome mi olvido.
Lector tuyo leyéndote mi vida. Lectura mía y escritura tuya.
Habrás roto la pluma por no escribirme nunca,
sobreleyéndome, instransleyéndome
en tu mano,
sólo con la vista, cuando, en sangre, me hubiste escrito con un dedo.
Tú, Muerte, eres el escritor.
Me dejas ante mis manos, artista, tu obra,
obra tuya a mis manos para abrirme otro mundo,
tuyo siempre en espíritu, en espíritu tuyo
quedándome vívidamente mío hacia tus manos.
En tus manos, tuyo, encomiendo mi espíritu.
Y sé que estás y estoy contigo entrando y saliendo por esta sola
y misma puerta judiciaria
color de tiempo, de nada, y rotativa
sobre tu camino y mi camino rojos
que congruentes se borran en un púrpura ahora
como túnel acá de escarcha y aquí de fuego.
No hay aquí más palabra que tu palabra mía, en estas manos mías,
oprimiéndotemela
hasta lastimarnos, desgarrarnos,
desangrarnos boca a boca a mordidas.
Qué rojo rastro nuestro.
Dame tu mano más y dame más de tu capa.
Hay mucho viento en contra
y mucha nieve encima.
Ay el rojo jinete y el bermejo caballo,
piafando en el aire y la gran espada en alto,
y alazanes más y caballos más rojos.
Ay el negro jinete en el caballo negro,
piafando en el aire y la balanza en alto.
Ay Isaías, Ay Ezequiel,
profetiza sobre estos huesos fúlgidos, pues,
¿qué es esto, Job, si no intermitente cementerio?
Luces, verdes, brasas, salen de esta tierra de muerto,
de todas estas casas, tumbas de la tierra de los muertos, de lo muerto, 
región de los perdidos,
reino de las sombras, de sombras de las sombras,
de la sombra, mundo de la tiniebla,
tumbado, expulsado, proscrito, maldito de donde no se sale,
donde no asoma el día,
donde no llega el alba,
donde nunca habrá aurora,
donde la noche cunde, hunde, traga,
caído, abandonado, finado, tenebroso,
final priscal eterno sin bordes ni fondo
de cuadrúpedas, ánimas errantes,
manchadas,
—oh. OH. OH.—
donde, sin ser registrado en los vivos
ni señalado en los muertos,
no en tribunal de vivos
no en tribunal de muertos
para vivos o muertos, antes de ser escrito
se es borrado de unos y de otros, sin culpa, juicio ni sentencia,
en plenario, en sumario de guerra,
en unánime plebiscito siniestro,
en absoluto tribunal oscuro,
inalterable, inapelable, inexorable;
puesto en atmósfera tóxica,
en paredón de fusilamiento interminable,
sin tiro de gracia,
condenado a cadena perpetua
absurdamente en muerte a ser reo de muerte bajo absurda muerte.
Y nada. Sólo estas luces, estas brasas,
verdes, esputos, charcos, manchas de hiel,
de pus, arriba, abajo, en todas partes,
chorreando, taladrando; sólo estas fieras
fosforescencias píricas, tantas, pero tantas,
que es día boca abajo la noche
y noche boca arriba el día.
La luz horizontal no deja ver la vertical
del claro de noche. Blancos, blanquísimos cadáveres cómo vienen
y van sin oír a los muertos, sin hablar a los vivos.
Los muertos me hacen hablar.
Los vivos, escribir.
Cuando Cristo escriba lo hará en la tierra.
El polvo es el único que sabrá la escritura.
Ah, Omega, tan exacta, tan próxima,
la única prójima de la realidad.
Ay, Xi, ustoria cruz en sexo,
si aquí tu gutural se linguodentalizara,
la cruxifixión de primavera convidaría
a la roja pascua de verano.Y tú, Alfa,
sales del polvo para volver al polvo.
¿Habrá un liceo aquí para el corazón?
Aquí se es sitio, tronco, piedra donde estar,
no con quien estar. Me puse barandas.
Y secreto es el paso. Vamos. Subamos
esta escarpa. Hay mucho estiércol
embotando cascos relucientes.
Infinidad de cascos embotados.
Ay, que van a ras de nuestra cabeza
como si galoparan en el aire empujando
lo oscuro, a coces, a relinchos.
Voy a cerrar mi corazón. No quiero que la noche entre más.
¿Y si a pesar de todo después viniera la estrella de David? A saber.
Aquí nunca se supo nada.
Aquí sólo muerto se pudo vivir,
partido. Aquí lo de un tal por cual, un cierto
Racías, en Macabeos 2-4:
echarse sobre la espada,
arrojarse del muro, levantarse, correr
entre la muchedumbre y erguirse
sobre la roca, exangüe, y arrancarse
las entrañas con ambas manos y arrojarlas
contra la tropa. Señor Señor,
re-vívenos.

domingo, 15 de abril de 2012

Un poema de Francisco Ruiz Udiel



Gesto desvanecido en esquina de una estación

Esta estación no será más una estación,
quedará únicamente mi gesto desvanecido
en el polvo de alguna ventana,
si acaso hay ventanas,
si acaso decido en las estaciones
desamparar algún gesto.

Esperaré junto a las cabinas telefónicas
a que las horas se desvanezcan azules
en mi cigarrillo encendido
de mirada triste e inclinada,
me verán apretar la mandíbula
para masticar, como las aves
que emigran de una tierra a otra,
cualquier bocado de aire
sin saber qué les espera.

El aire se ha vuelto amargo
y aún no sé en qué otras estaciones
abordará mi soledad otro cuerpo.


sábado, 14 de abril de 2012

Un poema de Francisco Ruiz Udiel

Nada

Nada es una palabra
inventada por Dios
para escupir su desprecio.
Yo soy la palabra de Dios.


jueves, 12 de abril de 2012

Un poema de Livio Ramírez


"Oh vida, oh vida:
¿soy yo aún el que aquí
desfigurado arde?”
Rainer María Rilke 



Dime, ¿tú entiendes esto?
¿Miras, igual que yo, cómo crece en nosotros
esta niebla atroz,
cómo nos borra con un odio lento?

Miras, igual que yo, cómo se pudre el cielo,
ahora que cuento todas las heridas
bajo esta paz estúpida que queda
después que hemos amado
como dioses o bestias. Respóndeme:

¿Oyes caer la sangre de esos días
en este mismo sitio donde yo escupo mi impotencia
y escribo con rabia la palabra Amor
y un olor a víscera y espanto
flota sobre mis papeles?

Dime
te derriba también
este alarido,
que rebota
en los muros del infierno,
este rito de ciego
en las últimas gradas de la muerte.

Ah querida:
Amor que ya no eres mi amor...
He aquí el desastre,
el abismo inmensamente presentido.
La ciudad convertida en una enorme cicatriz.
He aquí el tiempo,
nuestro tiempo,
con la columna rota.


de Descendientes del fuego 
(1987)




martes, 10 de abril de 2012

La visión de país en Clementina Suárez y Alfonso Guillén Zelaya




Este 2012 se conmemora en la UNAH el año académico "Clementina Suárez" y con motivo de esto se realizarán varios eventos durante los meses siguientes.

A continuación quiero compartir con ustedes un trabajo sobre la Poeta, desarrollado por nuestra amiga y compañera María Eugenia Ramos, en un proyecto conjunto con Mario Membreño Cedillo para la Colección "Visión de País" del PNUD. Muy recomendable, en lo personal me sirvió muchísimo hace un buen tiempo.



Y aprovechando esto, extiendo la invitación de las y los compañeros de San Pedro Sula para el Recital Nacional de Poesía "Clementina Suárez, 2012". Más información sobre esto, en el blog Torre Trunca de Gustavo Campos.



sábado, 10 de marzo de 2012

Poemas de Óscar Acosta



Fotografía de Rubén Villeda Bermúdez


El nombre de la patria

Mi patria es altísima.
No puedo escribir una letra sin oír
el viento que viene de su nombre.
Su forma irregular la hace más bella
porque dan deseos de formarla, de hacerla
como a un niño a quien se enseña a hablar,
a decir palabras tiernas y verdaderas,
a quien se le muestran los peligros del mundo.

Mi patria es altísima.
Por eso digo que su nombre se descompone
en millones de cosas para recordármela.
Lo he oído sonar en los caracoles incesantes.
Venía en los caballos y en los fuegos
que mis ojos han visto y admirado.
Lo traían las muchachas hermosas en la voz
y en una guitarra.

Mi patria es altísima.
No puedo imaginármela bajo el mar
o escondiéndose bajo su propia sombra.
Por eso digo que más allá del hombre,
del amor que nos dan en cucharadas,
de la presencia viva del cadáver,
está ardiendo el nombre de la patria.


La presencia en las cosas

Tienen algo de ti los vestidos que llevas, los botones
que protegen tu pecho de las miradas ávidas del mundo
o los zapatos que te conducen sobre la nieve y el sueño.
Algo de ti me llega al observar un color, aspirar un aroma
que deja alguien, una mujer o una niña, al pasar
por el viento y continuar su travesía entre las calles que conozco.
En los sucesos triviales, en los objetos humildísimos,
lo he repetido tantas veces, aquí o en otra parte,
me acerco a ti, a tu pequeño corazón, a las cosas que guardas
y no podría, aunque algún día lo intentara, escapar
de esta atracción que gira y que me invade.


(de Poesía menor, 1957)


Literatura innecesaria

Tú no apareces en los libros, no tienes
jerarquía en la tinta, no puedes
subir al monte de la palabra escrita,
al risco de la literatura.
Tú no sabes lo que es un hemistiquio,
un verso de pie quebrado,
dónde vivió Góngora y Argote,
quién era el Arcipreste.
Tú no figuras en ninguna décima,
en el agua liviana de un romance
o en el oro de las octava reales,
Ante tu poderío de mujer amorosa,
ante la realidad me duele
lo innecesario de la literatura.

(de Tiempo europeo, 1960)


Tu nombre

Entre escombros, entre flores
caídas en desgracia, entre el humo
que coloca su laurel en la estatua,
veo tu nombre tibio.
Es una palabra sin corona,
sin sorpresas ni luces soberanas,
sin vino confidente, sin deseos
formando un orden establecido.
Palabra sólo tuya
tu dulce nombre.
De no estar a tu lado
me acompaña y lo pronuncio a solas
como un ciego que solicita ayuda
para atravesar la calle.
De otro modo, la vida
no sería el milagro que es ahora
que tú existes.


Habitación cerrada

Entre cuatro paredes apareces
y desapareces.
El recuerdo es araña hilando fino,
ave golpeando las ventanas,
lluvia insistente.
Sé que regresarás. Que has ido
de compras con tu bolso de hilo,
con tus sólidos muslos
y con tus manos claras.
Sabes bien que te aguardo. Y eso hace
que regreses tarde. Que vengas
cuando cansado de esperarte
cierro los ojos para verte
rodeada por una luz dorada
y beso tu purísimo rostro
eternizado por la gracia
y ausente hace unas horas
de esta tristísima habitación cerrada.


Estación última

Como quien llega en tren
a la estación última de la vida
llegué a tus brazos absolutamente diáfanos.

Paraíso o bosque o virginal recipiente
me esperaban; vi las marismas lejanas
y los pantanos inmóviles.
Tu magia borraba todos los peligros.

Así viví los años, feliz y trémulo
ante tu beso mañanero,
ante la porción de cotidiano alimento
y el líquido que purifica los cuerpos
y une las existencias.

Mi pecho se hizo más cóncavo
para que cupiese más amor.
Tuve que dejarme crecer las manos
para tocar toda tu pureza
y alargar más las piernas
para llegar temprano a ti.

Todo te lo mereces. La miel
que las abejas traen. El rocío
que llega a tu epidermis súbitamente.
Los geranios que crecen a la orilla de tu casa.
El agua hecha adorable materia.

Oh amada, río fulgurante,
pan cegador, fuego sagrado,
eres lo mejor de la vida,
lo más alto, lo que deseado
y ahora tengo a mi lado
para siempre.


La ciudad

Esta ciudad de fieras y cuchillos,
rodeada por la selva y por los lagos
de aire melódico, cercada por los pájaros,
inundada por la maravilla de los soles,
es una ciudad redonda y varia
como las piedras verdes del río,
como las llamas del potente roble,
como los espejos de la vigilia.

Ciudad de hombres y mujeres
bellas y feas.
Colectiva visión
de seres humanos y bestias
aturdidas por el tiempo.

Lejos de esta ciudad soy otro,
distinto a todos
los habitantes de este sitio.
Solo tu amor me acerca al paisaje que vi
por vez primera, que me dio luz y sombra,
que amo y odio confusamente
por ser suelo sin paz,
tierra golpeada todavía.

(de Escritura amorosa, 1962)


Mi país

Mi país está hecho de niños
ciegos,
de mujeres olorosas a ropa,
de sujetos violentos,
de ancianos
de bruces sobre el olvido.

Escribo sobre la piel de la patria
arrugada como un lienzo
o como una túnica endurecida.

Y quiero que lo que diga
no sea sólo amor acumulado,
verdes ramos sobre los hombros
de marmóreos héroes,
música de tambores
de hojalata.

Un hombre de pie
puede tocar sin miedo
a los astutos reptiles.


Archivero mayor

En los libros encuentras
voces errantes de mi país,
secretos de gobierno,
cóleras populares reprimidas
y cobardías.

Los viejos infolios
son cortezas
que forman
el árbol de la patria.

En las gacetas oficiales,
en las históricas proclamas,
en los hebdomadarios,
en las amarillentas hojas sueltas
aparece la mano vulgar
del dictador instruido,
del caudillo
y del locuaz parlamentario
que compararon con una mula.

Se oye el ruido de cadenas
y los lamentos de los prisioneros
en la torre de papel sellado
de los juicios amañados.

Qué piensas del pasado,
sonriente abuelo del archivo,
magnánimo varón bibliotecario,
tú que conversas con horrísonos libros,
con las cursis revistas de la época
y con ex funcionarios.

Mas lo que importa ahora
es el futuro
de este país
que habitan
obedientes
y tímidos
vasallos

(de Mi país, 1971)

sábado, 28 de enero de 2012

Un poema de Clementina Suárez



Creciendo con la hierba

I
Pudo ser.
pero estaba la espina,
eterna enemiga de la rosa.
Y sola, sin orillas,
la perdida corola de mi sueño.

Y fue.
En aquel pliegue triste
de mi sangre
donde, pálida quedó la sonrisa
que se hizo hielo
sobre su pecho ausente.

Obediente la rosa a su destino,
tuvo que ir mostrando
el candor de su rostro.

Te quemará el amor los huesos.
Niña del Aire!
Paloma del amanecer!
Ya que sólo en la sangre despierta
estará el germen creador defendido.

No caerá por eso
la estrella de tu mano.
Ligaduras humanas no detienen
tu rostro, ya salvado en mil edades.

Esbelta, en tu talle de ángel,
un río es la sangre de tus venas.
Agua que trae y que lleva
la quebrada raíz de la sombra.

Tus dedos nunca sabrán
rescatar el ademán que va perdido.
¿Qué semilla no encontró surco en tu mano,
ni inmaculado nido
en el hueco de tu rodilla?

Ningún camino aparta al cielo de su cielo.
Todo te alza a la altura de tu llaga.
Conmigo. Contigo. Sola.
Atada va la sangre
a raíces que no entiende.

II

Ya ves cómo
mi pecho ilumina
una verdad tremenda.
Los ángeles que pasean por mi sangre
son ángeles rebeldes.

Y me humilla tu rostro atado
y tu corazón cerrado
por un mandato de siervos.

Cuando yo oí me dijeron:
Pequeña: No le niegues al amor tu cara.
Sólo así tu flor tendrá polen
y flotará libre,
goteando muchedumbres,
tu cara creciendo con la hierba.

Distintos son los rumbos de la carne
y sólo el viento salvará
a tu pie, que en la ceniza
quedó extraviado...

Criatura de mi amor!
Sólo cuando el fuego
te lleve hasta mi grito,
recuperarás intacta
la espiga que dentro
de tu piel madura.

Fuera necesario morirme y no quererte.
Golpearme la espalda
y atar mi lengua
para no decirte
que están llorando en ti los brotes
y detenidos los arroyos,
porque le niegas al surco
lo que es del surco.

III

Me oyes!
¿Me estás oyendo lo que te digo yo?
La que quisiera detener el canto
y dejar que la muerte decorara
hasta mi desnudo vientre.

Antes de mirarte de tan lejos,
desde donde
hay un planeta que se quiebra
entre mis dedos.

Y no pude decirte más.
Me dolían todas mis marcas.
Y sin saberlo, empecé a despedirme,
a despegarme
de los resabios de mis pies,
por tus mismas palabras.
De repente, algo fue distinto.
Ni tú te llamaste tú
ni yo me llamaba yo.

El barro crecido
nos unía y separaba
en mil anillos
de diferente edad.

Hubiera querido amarrarme a ti
y no preguntarte nada.
Dejar inconclusa
la vid que conmigo crece.
Pero había, entre nosotros dos,
una espada arisca,
que no me lo permitió!

La palabra iba suelta
en el aire,
indestructible
dentro de mi llanto.

Es tan fácil herirme,
que un pequeño ruido
de cristal lo logra.
Basta que tu inmóvil
faz se mueva.
Y no me sientas subir,
estremecerme
con los ojos cerrados.

Reemplazar quisiera esta sangre
por otra sangre que te tocara las raíces,
y te dejara desnudo mi ramo de huesos
limpios
de todo lo que no fuera
una inocente corteza
que acatara tu latido.

IV

Despacio,
que está madurándose
la criatura de espuma
que se queja en mi entraña.

Copo a copo
voy cubriendo
de alta atmósfera
lo que vivirá,
aún detrás de la muerte.

La urgencia de mi paso
es un puro símbolo
-nada es mío-
una flecha me curva
dentro de tu amor.

¿No sientes deshojarse
pétalos dentro de mis sienes?
¿No sientes que mis manos
te adelantan la rosa,
el aroma y el tacto?

Y que mi sueño
es una arteria abierta
que calcina al gusano.
Y que precisas otro nombre
para encontrarte
con la sonrisa
de tu primer niñez.

Era eso lo que me faltaba decirte,
antes que tu amor
la boca me consuma.

Hablarte
de este doble vivir
en la noche y la trasnoche
de una sollozante bruma.

Nunca esperes que te traiga
una espina en la mano.
Para venir y para buscarte,
ya había dejado
todos los abrojos.

Flota en la luz de mi relámpago!
No olvides
que el paso frágil
de un milagro rápido huye.
Y que la vida que te pido,
no es tu vida,
sino que la copiosa,
inagotable.
La inmortal vida.

Buscando
voy dentro de tu fondo
al árbol que te viste
y te abraza y te estrecha.
y tal vez hasta te separa
de tu mejor forma.

V

Cuántas veces
he estado
de ti separada,
dormida
en tu mejor agua.
Intacta detrás de ti,
contigo en la ausencia.

Y mi voz,
la que nunca antes oyera,
te hablaba
de cosas interpuestas
que mis quebrantados ojos
nunca vieron.

Y desde entonces
estuve segura
de que vendría un día
en que viéndome a los ojos
encontraras en mis pupilas
una flor enloquecida.

Quítala del espejo,
me dirías.
Transforma tu tamaño,
te ahoga el rostro
y te pierde en su vigilia.

En tal forma desmesurada,
te verás custodiando
olas en mi frente.

Echa tu raíz atrás!
Ensancha tu mundo!
Percibe la agonía
y la congoja.

Que acaso
con el beso y el beso,
lleguemos a conquistar
nuestro carmen florido.

Palabras encendidas
nos están despertando
No podemos quedar solos,
tardar, estar inmóviles
dentro de esta
porfiada penumbra.

El alba que va suelta
dentro de la carne
nos está gritando,
que nuestra médula
arrastra un fulgor nuevo
para la espiga sometida.

Yo sé que no es mía
la pauta que te voy dando,
ni es mío el luto,
ni la sal ni la ceniza.

Que hay una conexa ternura
en mi dócil tallo,
que busca en ti su equilibrio
para encontrarse.

Sin contorno,
en tu inagotable azul,
alcanzo una resurrección
grácil para la vida.

Tal vez
porque ha podido llegar a descubrir
que los esfenoides del cuerpo
no son lo más importante.

Que hay una esparcida vida
mordida por agudos puñales
que debemos liberar.

Y con esta honrada visión
y esta ganada excelsitud,
quedamos enlazados,
ya no en una interrogación,
ni en una aventura,
ni en ninguna elástica posición.

Sino dueños absolutos
de una verdad
que saltaba del pecho al cielo
y del cielo al pecho,
como un auténtico mundo
libre y sin riberas.

VI

De tu lecho tibio
me incorporo,
cantando.

Con un sentido radiante
del Universo
y del amor.

Nada golpea mi frente
ni mis ojos!
Estoy segura del tamaño
de mis sueños
y los agito con alegría.

Qué ternura la de tu regazo!
Madurar vi en ella
todos mis frutos.

Y en este primer día
qué livianos tus párpados
encima de los ojos.

Para mi propia
ingenua alegría.
Te decía y te volvía a decir:

Cierra los ojos!
qué limpios
los estoy mirando.

Cuelgan gotas de rocío
de tus pestañas.
Estás,
como en el primer despertar,
nuevo en el tiempo.

Estrenas el equilibrio
de un exacto ardor,
que no quita a la rosa
ni su armonía
ni su nostalgia.

Tendría que haberte amado
y escuchado
en todas tus voces.

Como si dentro del cuerpo
hubieras dejado un hijo
y estuviera todavía. . .

Que para quererte
ya estaba despierta,
mi rostro levantado
podría ofrecerte
con sostenida miel.

Y además,
sabía
que vestida de azahar,
de sangre o de arena,
el pudor de mi trébol
no se discute.

Habitar puedo en ti
con inalterable fe.
En el viento o en el agua
saltar como pez.

Juntos ya, sin nieblas,
Todo esto lo comprendo
con más suave cariño,
haciendo más pequeño
mi cuerpo en tu recuerdo.

Pero si no has podido llegar
y el paso de tu estrella
está indeciso.

Para que me oyeras,
tendría que vestirme
de novia nuevamente.

Tendría que iluminar
los rincones
y encontrar los vestidos
donde dejan el musgo
los olvidos.
Ni así. Pezuña de ceniza
apagaría mi frenesí.
Y nunca
llegaríamos al astro.

Tienes que despertar.
Levantar a tu esqueleto
del sueño.

Dejarte desnudo,
voluntario,
distinto.

No puedes esperar
a que te coman
los ojos
las hormigas.

Cómo dormir
en los vacíos lechos,
cuando hay una queja
y un abierto costado
que reclama la sangre.

Naciendo estoy,
visiblemente,
y trepándome van criaturas
ángeles y semillas


VII

Antes,
en nuestro día
era yo sólo una.
sin pensar que el amor
es una cruz
y lastima.

Estar en tu pasado,
recordar tu presencia
y hasta tu imposible presencia.

Andar tus inviernos
empezando siempre.
Someter al tiempo
a que rompa sus cifras,
hasta que logre entregarnos
un mar sin fatigas.

Sólo así,
a orillas de la vida
que busca jubilosa
algo duradero.

Empezaremos.
A ser felices,
a quererlo ser.

Asumiendo el deber
de que sólo
por un camino humano
se puede ser feliz.

Sin lo estéril
de la desigual
solitaria felicidad,

VIII

Amigo, tal vez digas:
tu corazón, para quererme,
no está en su sitio.

Es más ancho,
más puerto,
más alba sin frontera.

Oyendo está la queja
de los hombres
y por sus urgentes ansias
por ser libres.

Hoy saben que los hombres,
si sufren y trabajan
estrujados y agónicos,
es por tener su vida
y por amarla.
Ahora,
de madres
con el surco
clavado de puñales
y
de niñas que tienen
las manos con espinas

Antes,
en nuestra noche,
era un llanto mi voz
y sólo un llanto.

Hoy,
ya tan cerca del alba,
traigo despiertos ríos
de mujeres que gritan
como yo,
con el aire oxidado
por la salvada orilla,
para la azucena,
y el yermo y el amor.

Mis ruegos se dividen
en vida o muerte jubilosa.
Tú puedes apartar mis rosas,
pero no la encendida
corola de mi sueño,
más grande con la ansia
de otros sueños.

Y tú, dime,
¿estás conmigo
en este círculo de mi sangre,
o me sigues buscando
por la huella
de mis pies hundidos?