viernes, 5 de noviembre de 2010

La verdadera historia de Muchacha ojos de papel



Declaraciones de Luis Alberto Spinetta, durante una entrevista con Víctor Pintos y Guillermo Quintero en los estudios de FMR, en 1984.



-Hablemos de Muchacha…

-Bueno.

-La Muchacha de la canción era Cristina Bustamante…

-Mi primer gran amor. Ella vivía en el mismo edificio de Emilio y por eso lo conocía de vista. A veces se juntaban los fines de semana a charlar en la puerta, pero sin pasar a ser más que conocidos. Pero una vez nos quedamos solos en la casa de Emilio, porque sus padres habían viajado, y entonces invitamos a las chicas a tomar algo, a bailar, una especie de asalto. Y ahí, por primera vez, me sentí enamorado. En realidad ya me había enamorado varias veces pero siempre habían sido amores imposibles de realizar por diferencia de edad, no sé, me enamoraba de las maestras, de las pibas más grandes y después no pasaba nada, obviamente. Yo era un inepto absoluto en ese momento. Y bueno, todos esos pequeños amores desembocaron en un gran amor que fue el de esta muchacha ojos de papel, que fue un amor correspondido. Porque también ella me quiso mucho. Fue mi primer amor, mi primer gran amor, inolvidable amor. Y me inspiró una canción.

-¿Vos tenías idea que el tema fuera a golpear tanto en la gente?

-No, porque nada de lo que uno hiciera en ese momento podía tomarse para especular en eso. Pero la canción emocionaba al que la escuchaba, pasaba eso y punto. Y cuando la estrenamos en el Coliseo, fue tan rotundo el éxito de la canción que yo mismo lloraba, no lo podía creer. Aparte, el día que la estrené, por motivo de una rencilla que habíamos tenido, en la mitad de la canción ella se retiró del Coliseo. Yo cantaba la canción y la veía que se iba por el pasillo hacia el fondo. Ese tipo de cosas bien de pubertad, de 18 años. Amor.

-No debe haber mejor halago para una mujer que su amado le dedique una canción. Y tratándose de una canción como Muchacha, no me es difícil imaginar cómo se habrá sentido Cristina…

-Es cierto. Se dio vuelta. Aparte, ella la conocía de antes, yo se la había cantado para ella en forma personal. Pero cuando le arreglamos todos los coros y la estrenamos en vivos, fue tremenda la emoción que sentí. Imborrable. Yo lloraba arriba del escenario, porque sentí que toda la gente se conmocionaba con eso. Al instante. Después vino el éxito. Sentí que la canción traspasaba la gente, lo mismo que cuando estrené Plegaria o Figuración, Muchacha traspasaba la gente. Con Almendra me cansé de ver chicos y chicas llorando, de emoción o de felicidad.

-Después de aquella pelea y del Coliseo, el romance siguió.

-Sí, termina en el Blues de Cris: “Sus ojos al final olvidaré”. El romance se fue deteriorando y tuve que tomar una determinación importantísima en mi vida, porque todas esas pasiones son muy intensas, y si bien uno tiene la adicción de amar, también tiene una cruz tremenda en soportar los embates de todas esas pasiones. Sobre todo cuando es muy joven y no tiene la cabeza tan fría, uno es poseído por eso y posee, y eso trae dolor cuando se desposee y se quitan los ropajes, se caen los roles y quedan los individuos solos frente a frente. Es el momento culminante para todo ser humano. Y para mí, el Blues de Cris fue como una auto-declaración de cambio de rumbo. Me fijé olvidar esa mirada, olvidar todo lo que me unía a ella, que en parte había sido, en ese último tiempo, muy doloroso. Y me dispuse a emprender otra vida, descubriendo otras mujeres, otros amores.

-¿Cristina te reprochó alguna vez que esa canción que vos le habías regalado, de golpe la hicieras pública y así permitieras que todo el mundo se adueñara de ella?

-No. Jamás me reprochó tal cosa. Al contrario, era feliz de que yo obtuviera un éxito a través de eso. Pero en general no quería que yo dijera que se trataba de ella.

martes, 26 de octubre de 2010

Rayuela, capítulo 73

Sí, pero quién nos curará del fuego sordo, del fuego sin color que corre al anochecer por la rue de la Huchette, saliendo de los portales carcomidos, de los parvos zaguanes, del fuego sin imagen que lame las piedras y acecha en los vanos de las puertas, cómo haremos para lavarnos de su quemadura dulce que prosigue, que se aposenta para durar aliada al tiempo y al recuerdo, a las sustancias pegajosas que nos retienen de este lado, y que nos arderá dulcemente hasta calcinarnos. Entonces es mejor pactar como los gatos y los musgos, trabar amistad inmediata con las porteras de roncas voces, con las criaturas pálidas y sufrientes que acechan en las ventanas jugando con una rama seca. Ardiendo así sin tregua, soportando la quemadura central que avanza como la madurez paulatina en el fruto, ser el pulso de una hoguera en esta maraña de piedra interminable, caminar por las noches de nuestra vida con la obediencia de la sangre en su circuito ciego.

Cuántas veces me pregunto si esto no es más que escritura, en un tiempo en que corremos al engaño entre ecuaciones infalibles y máquinas de conformismos. Pero preguntarse si sabremos encontrar el otro lado de la costumbre o si más vale dejarse llevar por su alegre cibernética, ¿no será otra vez literatura? Rebelión, conformismo, angustia, alimentos terrestres, todas las dicotomías: el Yin y el Yang, la contemplación o la Tatigkeit, avena arrollada o perdices faisandées, Lascaux o Mathieu, qué hamaca de palabras, qué dialéctica de bolsillo con tormentas en piyama y cataclismos de living room. El solo hecho de interrogarse sobre la posible elección vicia y enturbia lo elegible. Que sí, que no, que en ésta está… Parecería que una elección no puede ser dialéctica, que su planteo la empobrece, es decir la falsea, es decir la transforma en otra cosa. Entre el Yin y el Yang, ¿cuántos eones? Del sí al no, ¿cuántos quizá? Todo es escritura, es decir fábula.

¿Pero de qué nos sirve la verdad que tranquiliza al propietario honesto? Nuestra verdad posible tiene que ser invención, es decir escritura, literatura, pintura, escultura, agricultura, piscicultura, todas las turas de este mundo. Los valores, turas, la santidad, una tura, la sociedad, una tura, el amor, pura tura, la belleza, tura de turas. En uno de sus libros, Morelli habla del napolitano que se pasó años sentado a la puerta de su casa mirando un tornillo en el suelo. Por la noche lo juntaba y lo ponía debajo del colchón. El tornillo fue primero risa, tomada de pelo, irritación comunal, junta de vecinos, signo de violación de los deberes cívicos, finalmente encogimiento de hombros, la paz, el tornillo fue la paz, nadie podía pasar por la calle sin mirar de reojo el tornillo y sentir que era la paz. El tipo murió de un síncope, y el tornillo desapareció apenas acudieron los vecinos. Uno de ellos lo guarda, quizá lo saca en secreto y lo mira, vuelve a guardarlo y se va a la fábrica sintiendo algo que no comprende, una oscura reprobación. Sólo se calma cuando saca el tornillo y lo mira, se queda mirándolo hasta que oye pasos y tiene que guardarlo presuroso. Morelli pensaba que el tornillo debía ser otra cosa, un dios o algo así. Solución demasiado fácil. Quizá el error estuviera en aceptar que ese objeto era un tornillo por el hecho de que tenía la forma de un tornillo. Picasso toma un auto de juguete y lo convierte en el mentón de un cinocéfalo. A lo mejor el napolitano era un idiota pero también pudo ser el inventor de un mundo.

Del tornillo a un ojo, de un ojo a una estrella… ¿Por qué entregarse a la Gran Costumbre de estar solos? Se puede elegir la tura, la invención, es decir el tornillo o el auto de juguete. Así es como París nos destruye despacio, deliciosamente, triturándonos entre flores viejas y manteles de papel con manchas de vino, con su fuego sin color que corre al anochecer saliendo de los portales carcomidos. Nos arde un fuego inventado, una incandescente tura, un artilugio de la raza, una ciudad que es el Gran Tornillo, la horrible aguja con su ojo nocturno por donde corre el hilo del Sena, máquina de torturas como puntillas, agonía en una jaula atestada de golondrinas enfurecidas. Ardemos en nuestra obra, fabuloso honor mortal, alto desafío del fénix. Nadie nos curará del fuego sordo, del fuego sin color que corre al anochecer por la rue de la Huchette. Incurables, perfectamente incurables, elegimos por tura el Gran Tornillo, nos inclinamos sobre él, entramos en él, volvemos a inventarlo cada día, a cada mancha de vino en el mantel, a cada beso del moho en las madrugadas de la Cour de Rohan, inventamos nuestro incendio, ardemos de dentro afuera, quizá eso sea la elección, quizá las palabras envuelvan esto como la servilleta el pan y dentro esté la fragancia, la harina esponjándose, el sí sin el no, o el no sin el sí, el día sin Manes, sin Ormuz o Arimán, de una vez por todas y en paz y basta...


sábado, 23 de octubre de 2010

Rayuela, capítulo 7



(...)

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio...



jueves, 21 de octubre de 2010

Rayuela, capítulo 61



Nota inconclusa de Morelli:

No podré renunciar jamás al sentimiento de que ahí, pegado a mi cara, entrelazado en mis dedos, hay como una deslumbrante explosión hacia la luz, irrupción de mí hacia lo otro o de lo otro en mí, algo infinitamente cristalino que podría cuajar y resolverse en luz total sin tiempo ni espacio. Como una puerta de ópalo y diamante desde la cual se empieza a ser eso que verdaderamente se es y que no se quiere y no se sabe y no se puede ser. Ninguna novedad en esa sed y esa sospecha, pero sí un desconcierto cada vez más grande frente a los ersatz que me ofrece esta inteligencia del día y de la noche, este archivo de datos y recuerdos, estas pasiones donde voy dejando pedazos de tiempo y de piel, estos asomos tan por debajo y lejos de ese otro asomo ahí al lado, pegado a mi cara, previsión mezclada ya con la visión, denuncia de esa libertad fingida en que me muevo por las calles y los años. Puesto que soy solamente este cuerpo ya podrido en un punto cualquiera del tiempo futuro, estos huesos que escriben anacrónicamente, siento que ese cuerpo está reclamándose, reclamándole a su conciencia esa operación todavía inconcebible por la que dejaría de ser podredumbre. Ese cuerpo que soy yo tiene la presciencia de un estado en que al negarse a sí mismo como tal, y al negar simultáneamente el correlato objetivo como tal, su conciencia accedería a un estado fuera del cuerpo y fuera del mundo que sería el verdadero acceso al ser.
Mi cuerpo será, no el mío Morelli, no yo que en mil novecientos cincuenta ya estoy podrido en mil novecientos ochenta, mi cuerpo será porque detrás de la puerta de luz (cómo nombrar esa asediante certeza pegada a la cara) el ser será otra cosa que cuerpos y, que cuerpos y almas y, que yo y lo otro, que ayer y mañana. Todo depende de... (una frase tachada).

Final melancólico: Un satori es instantáneo y todo lo resuelve. Pero para llegar a él habría que desandar la historia de fuera y la de dentro. Trop tard pour moi. Crever en italien, voire en occidental, c’est tout ce qui me reste. Mon petit café crème le matin, si agréable...




miércoles, 20 de octubre de 2010

Rayuela, capítulo 90

(...)

Se sabía espectador al margen del espectáculo, como estar en un teatro con los ojos vendados; a veces le llegaba el sentido segundo de alguna palabra, de alguna música, llenándolo de ansiedad porque era capaz de intuir que ahí estaba el sentido primero. En esos momentos se sabía más próximo al centro que muchos que vivían convencidos de ser el eje de la rueda, pero la suya era una proximidad inútil, un instante tantálico que ni siquiera adquiría calidad de suplicio. Alguna vez había creído en el amor como enriquecimiento, exaltación de las potencias intercesoras. Un día se dio cuenta de que sus amores eran impuros porque presuponían esa esperanza, mientras que el verdadero amante amaba sin esperar nada fuera del amor, aceptando ciegamente que el día se volviera más azul y la noche más dulce y el tranvía menos incómodo...



lunes, 18 de octubre de 2010

Rayuela, capítulo 93

(...)

Tan triste oyendo al cínico Horacio que quiere un amor pasaporte, amor pasamontañas, amor llave, amor revólver, amor que le dé los mil ojos de Argos, la ubicuidad, el silencio desde donde la música es posible, la raíz desde donde se podría empezar a tejer una lengua. Y es tonto porque todo eso duerme un poco en vos, no habría más que sumergirte en un vaso de agua como una flor japonesa y poco a poco empezarían a brotar los pétalos coloreados, se hincharían las formas combadas, crecería la hermosura.
Dadora de infinito, yo no sé tomar, perdoname...






miércoles, 15 de septiembre de 2010

"Ser cristiano es ser revolucionario" (*)


Hoy recordamos con pasión la desaparición y asesinato de un hombre de fe, de fe en los pobres, de fe en la esperanza; que logró trascender desde que identificó su papel como hombre y como predicador de la justicia, y orientó esa fe en la utopía verdaderamente cristiana de un mundo justo, armonioso, con libertad, paz y hermandad.

El padre Guadalupe como se le conoció, fue un jesuita que llegó, como llegan muchos predicadores del evangelio a nuestras tierras, con el fin de hacer crecer la fe de tantos que buscan una luz en medio de tanta oscuridad. Pero el padre Guadalupe encaminó su trabajo específicamente a los campesinos, y como resultado de esta experiencia con los pobres, habitantes de los barrios, obreros, y pueblos indígenas se empezó a germinar en él esa semilla que guarda en sí la idea de que sólo un cambio radical en las estructuras sociales, guiado por estos mismos hombres sin tierra, traería el fin de la desigualdad. Esto lo llevó a una reinterpretación del evangelio y del mensaje de Cristo, adaptándole aspectos claves del marxismo como herramienta de análisis de las causas de la pobreza. El renunciar a las comodidades que pudo tener en su país natal (el Imperio) por vivir con los pobres y ser uno más dentro de ellos, es evidencia de la nobleza y del espíritu revolucionario que imperaba en el padre Guadalupe, ejemplo que nos cuestiona nuestra praxis revolucionaria.

Toda esta identificación con el pobre, por sus causas y luchas, llevaron al padre Guadalupe a fundir su fe en acero y transformarse en combatiente de la verdad y de lo justo, dejando a un lado sus orígenes y, sobre todo, seguro de que él pertenecía a una sola raza, que es la humanidad, a la cual entregó su vida.

Es hoy cuando debemos autocuestionarnos, con ejemplos heroicos como el del Padre Lupe y del resto de compañeros que de verdad creyeron en un cambio por nosotros, por nuestra Patria, y que entregaron su vida a ese ideal noble. Preguntémonos, compañeros, hasta qué punto estamos comprometidos con el cambio, ¿marchando? ¿leyendo? ¿criticando?, ¿o simplemente creyendo que “hacemos algo”?; si nos revisamos pasando factura a nuestros logros, concluiríamos que a todas y todos los compañeros que cayeron en combate les debemos una revolución y una Patria libre.

La mejor forma de hacerle tributo al padre Guadalupe es cumpliendo con nuestro papel histórico, en el trabajo y la lucha continuada, sin reparos, sin descansos, con compromiso y convicción. La fe y el amor que profesa la verdadera Iglesia –esa que se construye en el corazón de la gente, y no en altos y onerosos edificios-, obliga a tomar parte activa en los procesos revolucionarios, esa es la única vía de emancipación del ser humano.

Hoy, rendimos homenaje al Padre Guadalupe Carney, comprometiéndonos a luchar inclaudicablemente hasta construir una Patria digna, sobre los cimientos de los que cayeron luchando y creyeron en la justicia y el amor.


Padre Guadalupe ¡presente!
¡Viva la heroica columna del PRTC-H!
¡Fidelidad a nuestro pueblo y sus mártires!




martes, 10 de agosto de 2010

Poemas de Alexis Ramírez

"El loco divino"
Fotografía de Fabricio Estrada



Uno

Antes de niño
(yo era apenas un tic en el vientre de mi madre)
ya se escuchaban voces sudorosas
Morazán vigilaba desde entonces
y nadie se atrevía a mojar sus faldones de bronce
ni los perros eximios civilistas.

Pasaron varias décadas
y hoy me siguen dando por pan las mismas tortas
manotadas de ahogado por cerebro
y un rótulo en la frente
sexo lugar mujer todo está en orden
y el corazón me cuelga en el fondo de un polígono
           de tiro militar.


Dos

Mis venas y mis nervios
dentro de ti lo saben
mis barquillos de papel indemne
retan pequeños lagos en las calles
el viento hunde sus raíces
y vuelca las velas

Un traje -azul-marinerito-lindo
mira este dolor grande
desde su poco dolor
y estruja mis sueños con sus botas nuevas

Un día creceremos
él asido a sus velas
yo hundido en mis lagos

las raíces del viento dolerán aún


Cuatro

Mi padre me enseñó a escarbar la tierra
hasta que aparecían las gallinaciegas
—nunca me dijo nada sobre especies feroces—
mi madre a no tocar las mariposas
y a leer en un libro novelado lo que ocurría en Francia o en España
y para no ser menos me hizo creer en dios y hasta en
        querubes
Nadie me dio a entender que mi ángel guardián era una
forma imprecisa
ni que de vez en cuando podría confundirlo con un agente
         del orden en persona.



Siete

Pero ahora nos toca vestirnos de hombre
salir a la calle —marcharnos para siempre—
tomar un amor grande y andar con él a cuestas
sobre el hervor medroso del asfalto
y el amarillo -lindo-de cien-mil-charreteras
aprender de memoria la hora de matar al centinela
su pedestal y su maleza
hacerlo sabiamente delante de todos
(no importa que unos tengan en la frente cinco estrellas
o sean al unísono
el poder y la vida
la voz de dios
la muerte
aunque pretendan el derecho de pronunciar
tú aquí y allá
arriba
abajo
y ordenar el color y la forma)
frente a ellos
es un deber
hermanos
destrozar esta vergüenza que nos dieron por patria
y construirla de nuevo
tomando
las debidas precauciones.


(de Perro contado, 1974)



XI

Y, ya sabiendo, pues
que a las ciudades
  y a la región
   y a la patria
    y al continente
     y al mundo
      y al universo
y al Caribe
se los había llevado
la chimuela
pero no a mi gata
Leyenda de Birmana
me puse a redestruir
el amor que había construido
para que fuera
piedra de tropiezo
    de la rabia.

Y, en eso estamos
el amor, mi gata
y yo.
Leyenda de Epitafio.
A lo lejos, Liszt arpegia
Beethoven derrubia
se empantalona
Jorge Arena
y le siguen echando
a la cigüeña
las culpas
otro pájaro.
(Señora, por favor,
no lleve niños al quirófano
que duele quedarse sin riñones
hoy en día).


X

(...) Los noticieros me notician
que la tarde se enfermó
de hastío
que el santo tiene frío
huelguizó su eternidad
el diablo
le acompañan
redentores y píos
con un enorme etcétera
sólo tu amor me salva
de recuperar
la estúltica
cordura.


II
Autobiografía

Con suavemente afán
de gota a gota
deslío un dulce líquido
sobre todos los oasis
para aumentar
la sed
del caminante.

(de Cuenta regresiva, 2004)


A

Globalizaron todo
pero no tu mirada
ni aquel dos de febrero
cuando en el paraíso terrenal
del siglo diecisiete
mi madre, confundida
parió mi amor por la montaña
antes de que los padres
de sus padres
la soñaran.

Después
vino el olvido secular
las centurias de lucha
y el terco siglo veinte.
En vano quiso la señora
darle un cuerpo a mi estancia;
apenas pudo
señalar el punto
en el cual sobre muero.


Dibujo No. 6

Sólo esta soledad
justifica el azul
de tu entrepierna.
         ¿es tan fría la nostalgia
como impúdica
tu inocencia
al posar?


Dibujo N° 7

Mira este trabalenguas que, si fuera
un poema, cargaría menos sentido
cuento expresado con colores
que aún se duelen del espatulazo
o del techo sin culpa
que el pintor les enrostra
veladura en ristre. Novela
dicho con palabras, sería
tragedia con óleos made in Grecia.
Estampa coloquial, si las señoras
y señores: y los excelentísimos,
etcétera
supieran
que la modelo
ayer
sintió la tibia urgencia
de invitarme
                   a un café.

(de Recuerdos del mañana, 2006)

martes, 8 de junio de 2010

Satisfacción


Lo más hermoso para los que han combatido
su vida entera,
es llegar al final y decir: creíamos en el hombre y la vida,
y la vida y el hombre jamás nos defraudaron.
Así son ellos ganados para el pueblo.
Así surge la eternidad del ejemplo.
No porque combatieron una parte de su vida,
sino porque combatieron todos los días de su vida.
Sólo así
llegan los hombres a ser hombres:
combatiendo día y noche por ser hombres.
Entonces,
el pueblo hace sus ríos más hondos
y los mezcla para siempre con sus aguas.
Así son ellos, encendidas lejanías.
Por eso habitan hondamente el corazón del ejemplo.


Otto René Castillo
(Guatemala)


viernes, 7 de mayo de 2010

Poemas de "También del mar", José Adán Castelar




Cae 
la hora, ya
oscurecida.

No hay viento
que junte
los cabellos. El remo hunde las manos
en el agua mansa, rareza
de este crepúsculo.

La pequeña nave
deslizante, roza
el pétalo.

Y en las orillas,
sombra y hojas 
nos recuerdan.


Coyoles Central

Ahora mismo yo podría disparar
una bala en este poema
o gritar me lleva
el diablo aplastando una estrella.
Ahora mismo —sin ir muy lejos— yo podría
condenarme al cepo del silencio
sentarme
a la siniestra del hombre—padre
o ir al Carril
besar a Rosa allí
y cantar cantar
pero hay demasiado fruto
lunar en los árboles
y mucho viento del Aguán gritando te amo
y tantos seres comidos por la fluvial
muerte del sur para que yo deba preocuparme
por la ululante soledad
por mi corazón golpeado por la espera
por una muchacha de ojos grises
que me aguarda en la noche
o por ti
lugar de tumbas
"ancho pétalo seco"
me lleva putas de la rabia
del fracaso
o por la poesía del obrerito que por fin
pudo amar este sitio
entre la crueldad
de oscuros habitantes
cercados con alambre de púas como presos
y presos.


Despertar

La vida, atada a un destino
de armas, desfallece.

               Los culpables,
sacan del mar
ballenas muertas.

Pero conozco el pétalo de la rabia
y el aire que abre puertas
en lo oscuro.

    Respiro ese norte
esta mañana, y, como a una patria,
le he seguido entre piedras
y huertos.


Abandono

Casa deshabitada
en medio del campo,
rodeada de verano,
de silencio quemado.

Casa como una hora
nunca vista
por nadie:
en ningún reloj,
en ninguna espera.

Ni susurros
ni lamentos, sólo la casa
sola en medio del campo,
como tumba
de asombro, como una soledad
de vestigios radiosos.

lunes, 19 de abril de 2010

Paradoja del amor que contiene su dolor: un dolor procedente de su centro vacío (soledad) que busca al otro (convexión) hasta alcanzar, compasivamente, su concavidad centrífuga. ¿Acaso la solución, la gnosis o salvación radica en asumir ese centro descentrado o trasfondo vacío más para compartirlo que para rellenarlo?...

El simbolismo nos posibilita salir de nosotros para acceder al otro, pues sólo a través de lo otro encontramos el camino horadado hacia nosotros mismos.

martes, 2 de marzo de 2010

Nota en a.m.



No sólo doy imágenes sino hasta reflexiones: me quejo, discuto, unifico, enciendo, corrompo, y todo ello con palabras que no son mías, y ni siquiera tengo demasiadas faltas gramaticales; todo sucede como si realmente fuera así, como si yo pensara, yo sintiese, yo viviera. Y no soy más que una silenciosa, una huérfana sordomuda, hija de algo que se arrodilla y de alguien que cae.

Pasarme las noches de mi vida escarbando en el lenguaje como una loca…


Alejandra Pizarnik

viernes, 5 de febrero de 2010

Sueños

Los cuerpos, abrazados, van cambiando de posición mientras dormimos, mirando hacia aquí, mirando hacia allá, tu cabeza sobre mi pecho, el muslo mío sobre tu vientre, y al girar los cuerpos va girando la cama y giran el cuarto y el mundo. "No, no -me explicas, creyéndote despierta-. Ya no estamos ahí. Nos mudamos a otro país mientras dormíamos."
Eduardo Galeano

miércoles, 13 de enero de 2010

El discurso de Doménico en 'Nosthalgia'




(¿Dónde estoy? Cuando no estoy en la realidad y tampoco en mi imaginación.
Hago un nuevo pacto con el mundo...
¡Que haya sol de noche!

Y que nieve en agosto.
Las cosas grandes llegan a su fin.
Sólo las cosas pequeñas quedarán.

¡La sociedad debe estar nuevamente unida!
Y no continuar fragmentada.

Bastaría observar la naturaleza para ver que la vida es simple.
Debemos volver al punto de partida. Al punto donde pagar
por el camino errado.
Debemos volver a las bases principales de la vida,
sin ensuciar el agua...
¿Qué clase de mundo es este?
Si un loco les dice
que deben avergonzarse.
(...)
¡Oh madre! ¡Oh madre!
El aire es aquella cosa rápida
que gira en torno a la cabeza
y se torna más clara
cuando usted ríe...)