miércoles, 15 de septiembre de 2010

"Ser cristiano es ser revolucionario" (*)


Hoy recordamos con pasión la desaparición y asesinato de un hombre de fe, de fe en los pobres, de fe en la esperanza; que logró trascender desde que identificó su papel como hombre y como predicador de la justicia, y orientó esa fe en la utopía verdaderamente cristiana de un mundo justo, armonioso, con libertad, paz y hermandad.

El padre Guadalupe como se le conoció, fue un jesuita que llegó, como llegan muchos predicadores del evangelio a nuestras tierras, con el fin de hacer crecer la fe de tantos que buscan una luz en medio de tanta oscuridad. Pero el padre Guadalupe encaminó su trabajo específicamente a los campesinos, y como resultado de esta experiencia con los pobres, habitantes de los barrios, obreros, y pueblos indígenas se empezó a germinar en él esa semilla que guarda en sí la idea de que sólo un cambio radical en las estructuras sociales, guiado por estos mismos hombres sin tierra, traería el fin de la desigualdad. Esto lo llevó a una reinterpretación del evangelio y del mensaje de Cristo, adaptándole aspectos claves del marxismo como herramienta de análisis de las causas de la pobreza. El renunciar a las comodidades que pudo tener en su país natal (el Imperio) por vivir con los pobres y ser uno más dentro de ellos, es evidencia de la nobleza y del espíritu revolucionario que imperaba en el padre Guadalupe, ejemplo que nos cuestiona nuestra praxis revolucionaria.

Toda esta identificación con el pobre, por sus causas y luchas, llevaron al padre Guadalupe a fundir su fe en acero y transformarse en combatiente de la verdad y de lo justo, dejando a un lado sus orígenes y, sobre todo, seguro de que él pertenecía a una sola raza, que es la humanidad, a la cual entregó su vida.

Es hoy cuando debemos autocuestionarnos, con ejemplos heroicos como el del Padre Lupe y del resto de compañeros que de verdad creyeron en un cambio por nosotros, por nuestra Patria, y que entregaron su vida a ese ideal noble. Preguntémonos, compañeros, hasta qué punto estamos comprometidos con el cambio, ¿marchando? ¿leyendo? ¿criticando?, ¿o simplemente creyendo que “hacemos algo”?; si nos revisamos pasando factura a nuestros logros, concluiríamos que a todas y todos los compañeros que cayeron en combate les debemos una revolución y una Patria libre.

La mejor forma de hacerle tributo al padre Guadalupe es cumpliendo con nuestro papel histórico, en el trabajo y la lucha continuada, sin reparos, sin descansos, con compromiso y convicción. La fe y el amor que profesa la verdadera Iglesia –esa que se construye en el corazón de la gente, y no en altos y onerosos edificios-, obliga a tomar parte activa en los procesos revolucionarios, esa es la única vía de emancipación del ser humano.

Hoy, rendimos homenaje al Padre Guadalupe Carney, comprometiéndonos a luchar inclaudicablemente hasta construir una Patria digna, sobre los cimientos de los que cayeron luchando y creyeron en la justicia y el amor.


Padre Guadalupe ¡presente!
¡Viva la heroica columna del PRTC-H!
¡Fidelidad a nuestro pueblo y sus mártires!




3 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Mi amor, Cristo fue un hombre, si es que existió, fue sólo un hombre; por ende, ser cristiano por extensión es creer en el hombre. Olvidate de la estatua, olvidate de la insignia que se repite en cruces, camisas, posters, libros, etecé. Eso es sólo marketing. Como decía Alexis Ramírez sobre el Ché, "nos hemos dedicado a construirle amorosos marquitos de madera" olvidándonos que él nunca quiso la madera, ni estar aprisionado en un retrato o un cartel. Me considero humanista, o en el camino de serlo, aunque sé que esas cosas te dan risa, y me emociona pensar que existieron hombres como el Padre Guadalupe, eso me hace sentir menos sucia, menos basura, con más esperanza. El hombre es despreciable y maravilloso a la vez, sin embargo los despreciables son aquellos que han olvidado la semilla del amor. El padre Guadalupe fue un hombre ejemplar, la religión no tiene cabida aquí ni dioses o ideas parecidas e intangibles, eso es otra cosa, inventada por hombres despreciables. Jesucristo, si es que existió, fue un gran hombre, sino existió, es un bello mito del cual los jerarcas de la iglesia se han apropiado y han tergiversado. Pero su ejemplo le pertenece a la gente digna y justa, no a lacras vestidas con sotana. Lo único que traté de expresar en las letras que leíste arriba, fue mi admiración por el hombre, por el hombre verdadero, del hombre nuevo, del cual Cristo es una reconstrucción, así como el Ché, como el Padre Guadalupe. Por eso, ser un cristiano verdadero es ser revolucionario, porque significa no olvidarse del amor. Ellos amaron a los humanos, tanto como yo te amo a vos, mi humano favorito :)

    Un besito ♥

    ResponderEliminar
  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar