Reinaldo Bonilla de Usulután
1.
Si vive el corazón, y no anda lerdo
con tanto muerto, muerto, y muerto más
vivir es convivir un sol bravío
y ellos pagan vivir con el recuerdo.
Oscuro bosque azul donde me pierdo
y en tanto amor que llena el vacío,
tanta blancura yerta en yermo frío,
al amor y el dolor orden de acuerdo.
Ah; pacto por la vida y con la muerte,
que nadie romperá. Así te lanza
a mis brazos tu muerte, leve y quedo.
Vives mi vida tú, y yo te heredo.
Vivo tu muerte yo. Esta es la alianza
y así pago mi deuda por quererte.
2.
Y no, no hablo de penas. Sólo un chorro
sale de sangre de mi boca amarga
quemando sin sudor, y en que se embarga
todo el dolor que cargo por ahorro.
No. No digas más, no, que no me corro
más que en la propia herida que se alarga
sin quererse cerrar, tan honda y larga.
Una la vida. Es el socorro.
Por eso, aquí, en mí, donde oprimo,
para poderte ver tengo que hundirme
la suave llaga que dio la primavera.
Y al verte en ti, y verme sin tu ánimo,
sé que cayendo tú sigues firme
para darme en tu muerte vida eterna.
3.
¿Y a dónde iría el llanto de la tierra
si es todo mar y viento y fuego y humo?
Me sorbes todo tú, y así te asumo
porque la misma sombra nos encierra.
Mas, ve qué paz en zanjas de esta guerra
y mira qué ganancia en el consumo
de nuestra misma muerte, a precio sumo.
¿Quién podrá subastarlo? ¿Quién te entierra?
Todo llega al total que solo es uno.
Así en la vida la propia muerte empalma,
que si has llorado en mí también sonríes.
Y así el llanto es rocío al seco ayuno,
y bien sé que mi sangre es toda tu alma
en rosas en que vives carmesíes.
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