sábado, 22 de marzo de 2008

Fragmento de "Al faro", de Virginia Woolf


"...sentada en el suelo, abrazada a las rodillas de la Señora Ramsay, se apretaba lo más posible contra ella y sonreía al pensar que su anfitriona nunca sabría el motivo de aquella presión, y se imaginaba cómo, en las celdas de la mente y el corazón de la mujer en contacto físico con ella, se hallaban, como los tesoros de las tumbas de los reyes, tablillas con inscripciones sagradas que, si uno fuera capaz de deletrear, se lo enseñarían todo, pero que nunca se ofrecerían abiertamente, nunca se harían públicas. ¿Qué arte había allí, accesible tan sólo al amor o a la astucia, gracias al cuál se conseguía el acceso a aquellas celdas secretas? ¿Qué procedimiento para, gracias a una fusión inextricable, pasar a formar parte del objeto adorado, a la manera de las aguas que se confunden dentro de un recipiente? ¿Podría lograrlo el cuerpo, o la mente, realizando mezclas sutiles en los intrincados pasadizos del cerebro, o del corazón? ¿Acaso el amor, como la gente lo llamaba, podía hacer un solo ser de ella y de la Señora Ramsay? Porque no era conocimiento, sino unión lo que ella deseaba, no inscripciones en tablillas, nada que pudiera escribirse en idioma alguno conocido de los hombres, sino la intimidad misma, que es conocimiento, tal como ella la había sentido al apoyar la cabeza sobre la rodilla de la Señora Ramsay… "