Familia Arrazola Raudales
"Hay fotografías y hay fotografías. Esta, por ejemplo, es única. Podría decir que es una foto milagrosa, divina.
Divina, porque se tomó en la basílica de la virgen de Suyapa y porque, además, fue tomada por un “cura”, el tío Lencho [un bolo pelón, que siempre tuvo de dios a una botella]. Fue un verdadero milagro que nos tomáramos esta foto, porque ni antes ni después volvimos a posar toda la familia junta frente a una cámara.
Divina, porque se tomó en la basílica de la virgen de Suyapa y porque, además, fue tomada por un “cura”, el tío Lencho [un bolo pelón, que siempre tuvo de dios a una botella]. Fue un verdadero milagro que nos tomáramos esta foto, porque ni antes ni después volvimos a posar toda la familia junta frente a una cámara.
Parados, de izquierda a derecha: Luis, nuestro hermano mayor, que debo decirlo, siempre fue un buen guía para todos nosotros; luego la “psicoloca” María, nuestro ejemplo de paciencia y tolerancia, no le molesta ni una brisa; le sigue la “doña” Amparo, nuestro soporte, que hacía milagros en la cocina para alimentar a sus nueve vagos (perdón, quise decir vástagos); y a su lado, siempre a su lado, nuestro inolvidable viejo, Manuel “Cureche”, el patriarca de la familia y el hombre más feliz que jamás conocí: sus carcajadas se escuchaban a kilómetros de distancia. Cuánto anhelé llegarle siquiera a los talones, pero nunca pude. Era un gigante. Y luego sigo yo, de quien no tengo nada que decir. Después mi queridísimo hermano “Lucas”, al que también le decimos Marlon y a quien todos queremos mucho porque es realmente especial; al centro y con el brazo enyesado, el impasible Manuelín. Yo creo que se quebró el brazo por andar robando mangos, no me acuerdo. Abajo, sentados de izquierda a derecha: Eric el ‘‘tostón’’, el único gran futbolista de la familia y a quien yo le hacía los exámenes de educación física en la “U” porque sólo era de correr y saltar. Luego sigue la pequeña Auxi, de quien papá decía: “Cuidado con ella, que es una chinche” (enojada), pero sólo era un disfraz. Es tranquila. Luego sigue mi ultraquerida hermana Dalila, esa niña trigueña, a punto de sonreír, se convirtió en una gran mujer. Y por último el “tullido” Fernando, que fue el único militar de la familia, pero que luego cambió el fusil por una guitarra.
Y así como así, esta foto es una reliquia invaluable para todos nosotros. Histórica, diría yo.
Bueno, hasta luego. Que estén bien."
Fausto Arrazola
(mi viejo)