Habla el transeúnte
Dolor, no estás cansado?
Todos te vieron siempre
corriendo como un poseso
derribando peatones
tanteando y empujando puertas.
Pero a veces te sientas en los callejones sin salida
y al que llega le das cualquier dirección descabellada
o sacas un mendrugo asqueroso de tu alforja
y lo obligas a aceptarlo: "Ve con Dios, hijo mío..."
En las clínicas piramidales y en las casas,
en las gargantas derrumbadas
hay órdenes de no dejarte entrar
y ciertos sobrevivientes quisieran
llevar la advertencia en la solapa.
Nadie quiere tus insolentes subsidios.
Dolor, tómate unas vacaciones,
vete a veranear por ochocientos siglos
a una isla habitada sólo por cucarachas,
y si te aburres
enséñales a exterminarse con sus brillantes élitros
color de avellaneda.
Puede ser que también encuentres allí
cavernas con extrañas estalactitas
y polvosos huesos de hombres que una vez conociste.
Diálogo en el Bronx
-Y el amor?
-Sí, recuerdo
una cama de hotel
a 6 pisos sobre la calle
contándonos mutuamente
cuándo lo hicimos por primera vez.
Por ahí he de tener su dirección
y viceversa.
-Pero, y la infancia? Es un libro
que todos atesoran.
-Me dieron el paquete.
Caracteres atroces
fueron el silabario.
Era tan tonto que
ni podía reconocer
los errores de imprenta.
Perdí la cuenta de las risotadas.
-Pero hombre, el Ideal,
la Esperanza, la Fe?
-De dónde sacas
esas palabras?
Habrás estado leyendo
un libro lleno de erratas
César Franck, 2 a.m.
Las hojas indigentes
sonando bajo el frío,
la música
como una resaca furiosa
el pecho como un pedazo de mar
la música como la entrada de un castillo
de perfil implacable.
Ah los cuernos del viento, convocando
los atriles de sombra, la luz ciega,
y el viento con un grito
de espasmo demoníaco.
Catedral de silencios verticales
instalando en las rocas
sus grímpolas fatídicas.
Ah desgarramiento de alas duras
conducidas
por un grito de bronce espantable.
Paisaje con un tronco podrido
Flojo el mar, con pereza
zarandea constante al viejo tronco.
Cada vez que respira
el mar, lo mueve un poco,
lo tira más allá, luego lo trae,
y lleva horas en esto.
En esta pobre costa
con bloques de cemento carcomido
y carnaval de latas y papeles
el mar sigue jugando
sin ganas con el tronco.
Ni el mar se anima un poco,
y el tronco es un pelele
resignado a su suerte
y yo sé que lo tres estamos aburridos.
Pasando
Bajo altos edificios
en las aceras
en la algarabía de tomates y repollos
de los mercados
en los elevadores y tranvías
cruzando puentes
contestando a gritos
discutiendo a gritos
llorando a gritos
sintiendo en la garganta y en los sesos
el aguardiente de una cólera terrible,
leyendo diarios o revistas
en consultorios pintados de blanco,
por todos lados, a donde vaya
aquí, allá, siempre he tenido,
tengo en los ojos ante mí
ese color de cuernos negros,
tengo en la boca, siempre
ese sabor a exilio
LOS DIBUJOS NAZIS
de Mauricio Lasansky
Dibujo n.° 5
El general, reventando de convicción
en su gloriosa misión renovadora
se ha colocado el monóculo
como una remolacha furibunda y desorbitada
y se cuadra militarmente
sin importarle
que en su arrogante atuendo
falten los pantalones.
Con la punta de la mano
en su flamante bicornio,
saluda, en calzoncillos.
No oye nada, atento sólo
a la gran presencia delante de él,
(y qué son esas cosas como encaje
coronando el bicornio?)
El general, inmóvil, deja que me le acerque,
y el flamante bicornio, con su encaje de muelas,
es, sí, no cabe duda,
una quijada de asno.
Dibujo n.° 23
El general, reventando de convicción
en su gloriosa misión renovadora
se ha colocado el monóculo
como una remolacha furibunda y desorbitada
y se cuadra militarmente
sin importarle
que en su arrogante atuendo
falten los pantalones.
Con la punta de la mano
en su flamante bicornio,
saluda, en calzoncillos.
No oye nada, atento sólo
a la gran presencia delante de él,
(y qué son esas cosas como encaje
coronando el bicornio?)
El general, inmóvil, deja que me le acerque,
y el flamante bicornio, con su encaje de muelas,
es, sí, no cabe duda,
una quijada de asno.
Dibujo n.° 23
Clavado en la cruz, el niño
dejó ya de padecer. No siente
el abrazo del hombre que lo estrecha
contra el pecho, perplejo.
El hombre, con su tiara inmaculada
y su expresión simiesca
luce, a pesar de todo, como compadecido.
Y mira ardientemente, taladrando
con su mirada hueca
el espacio infinito, como si
tratara de leer algo,
sin poner atención
en que sus vestiduras
están formadas por páginas
y páginas y páginas de la Biblia.
Dibujo n.°24
No llores, niño,
mira, así te ahorran
años de frustaciones, sufrimientos,
y aun el amor, que no es todo dulzuras.
Vas a morir, pero eso no es motivo
para llorar de esa manera, créelo.
No mires esos números tatuados
en los brazos, arriba
de tu pequeña cabecita que ya sabe
con certeza terrible
que no hay escape ya,
y que vas a morir.
* * *
Nelson Merren