martes, 10 de agosto de 2010

Poemas de Alexis Ramírez

"El loco divino"
Fotografía de Fabricio Estrada



Uno

Antes de niño
(yo era apenas un tic en el vientre de mi madre)
ya se escuchaban voces sudorosas
Morazán vigilaba desde entonces
y nadie se atrevía a mojar sus faldones de bronce
ni los perros eximios civilistas.

Pasaron varias décadas
y hoy me siguen dando por pan las mismas tortas
manotadas de ahogado por cerebro
y un rótulo en la frente
sexo lugar mujer todo está en orden
y el corazón me cuelga en el fondo de un polígono
           de tiro militar.


Dos

Mis venas y mis nervios
dentro de ti lo saben
mis barquillos de papel indemne
retan pequeños lagos en las calles
el viento hunde sus raíces
y vuelca las velas

Un traje -azul-marinerito-lindo
mira este dolor grande
desde su poco dolor
y estruja mis sueños con sus botas nuevas

Un día creceremos
él asido a sus velas
yo hundido en mis lagos

las raíces del viento dolerán aún


Cuatro

Mi padre me enseñó a escarbar la tierra
hasta que aparecían las gallinaciegas
—nunca me dijo nada sobre especies feroces—
mi madre a no tocar las mariposas
y a leer en un libro novelado lo que ocurría en Francia o en España
y para no ser menos me hizo creer en dios y hasta en
        querubes
Nadie me dio a entender que mi ángel guardián era una
forma imprecisa
ni que de vez en cuando podría confundirlo con un agente
         del orden en persona.



Siete

Pero ahora nos toca vestirnos de hombre
salir a la calle —marcharnos para siempre—
tomar un amor grande y andar con él a cuestas
sobre el hervor medroso del asfalto
y el amarillo -lindo-de cien-mil-charreteras
aprender de memoria la hora de matar al centinela
su pedestal y su maleza
hacerlo sabiamente delante de todos
(no importa que unos tengan en la frente cinco estrellas
o sean al unísono
el poder y la vida
la voz de dios
la muerte
aunque pretendan el derecho de pronunciar
tú aquí y allá
arriba
abajo
y ordenar el color y la forma)
frente a ellos
es un deber
hermanos
destrozar esta vergüenza que nos dieron por patria
y construirla de nuevo
tomando
las debidas precauciones.


(de Perro contado, 1974)



XI

Y, ya sabiendo, pues
que a las ciudades
  y a la región
   y a la patria
    y al continente
     y al mundo
      y al universo
y al Caribe
se los había llevado
la chimuela
pero no a mi gata
Leyenda de Birmana
me puse a redestruir
el amor que había construido
para que fuera
piedra de tropiezo
    de la rabia.

Y, en eso estamos
el amor, mi gata
y yo.
Leyenda de Epitafio.
A lo lejos, Liszt arpegia
Beethoven derrubia
se empantalona
Jorge Arena
y le siguen echando
a la cigüeña
las culpas
otro pájaro.
(Señora, por favor,
no lleve niños al quirófano
que duele quedarse sin riñones
hoy en día).


X

(...) Los noticieros me notician
que la tarde se enfermó
de hastío
que el santo tiene frío
huelguizó su eternidad
el diablo
le acompañan
redentores y píos
con un enorme etcétera
sólo tu amor me salva
de recuperar
la estúltica
cordura.


II
Autobiografía

Con suavemente afán
de gota a gota
deslío un dulce líquido
sobre todos los oasis
para aumentar
la sed
del caminante.

(de Cuenta regresiva, 2004)


A

Globalizaron todo
pero no tu mirada
ni aquel dos de febrero
cuando en el paraíso terrenal
del siglo diecisiete
mi madre, confundida
parió mi amor por la montaña
antes de que los padres
de sus padres
la soñaran.

Después
vino el olvido secular
las centurias de lucha
y el terco siglo veinte.
En vano quiso la señora
darle un cuerpo a mi estancia;
apenas pudo
señalar el punto
en el cual sobre muero.


Dibujo No. 6

Sólo esta soledad
justifica el azul
de tu entrepierna.
         ¿es tan fría la nostalgia
como impúdica
tu inocencia
al posar?


Dibujo N° 7

Mira este trabalenguas que, si fuera
un poema, cargaría menos sentido
cuento expresado con colores
que aún se duelen del espatulazo
o del techo sin culpa
que el pintor les enrostra
veladura en ristre. Novela
dicho con palabras, sería
tragedia con óleos made in Grecia.
Estampa coloquial, si las señoras
y señores: y los excelentísimos,
etcétera
supieran
que la modelo
ayer
sintió la tibia urgencia
de invitarme
                   a un café.

(de Recuerdos del mañana, 2006)