viernes, 7 de mayo de 2010

Poemas de "También del mar", José Adán Castelar




Cae 
la hora, ya
oscurecida.

No hay viento
que junte
los cabellos. El remo hunde las manos
en el agua mansa, rareza
de este crepúsculo.

La pequeña nave
deslizante, roza
el pétalo.

Y en las orillas,
sombra y hojas 
nos recuerdan.


Coyoles Central

Ahora mismo yo podría disparar
una bala en este poema
o gritar me lleva
el diablo aplastando una estrella.
Ahora mismo —sin ir muy lejos— yo podría
condenarme al cepo del silencio
sentarme
a la siniestra del hombre—padre
o ir al Carril
besar a Rosa allí
y cantar cantar
pero hay demasiado fruto
lunar en los árboles
y mucho viento del Aguán gritando te amo
y tantos seres comidos por la fluvial
muerte del sur para que yo deba preocuparme
por la ululante soledad
por mi corazón golpeado por la espera
por una muchacha de ojos grises
que me aguarda en la noche
o por ti
lugar de tumbas
"ancho pétalo seco"
me lleva putas de la rabia
del fracaso
o por la poesía del obrerito que por fin
pudo amar este sitio
entre la crueldad
de oscuros habitantes
cercados con alambre de púas como presos
y presos.


Despertar

La vida, atada a un destino
de armas, desfallece.

               Los culpables,
sacan del mar
ballenas muertas.

Pero conozco el pétalo de la rabia
y el aire que abre puertas
en lo oscuro.

    Respiro ese norte
esta mañana, y, como a una patria,
le he seguido entre piedras
y huertos.


Abandono

Casa deshabitada
en medio del campo,
rodeada de verano,
de silencio quemado.

Casa como una hora
nunca vista
por nadie:
en ningún reloj,
en ninguna espera.

Ni susurros
ni lamentos, sólo la casa
sola en medio del campo,
como tumba
de asombro, como una soledad
de vestigios radiosos.