¿Te encontraré, Mago?
¿Alguna vez volveré a llorar
con la cara escondida en las rodillas?
¿Alguna vez volveremos a los aeropuertos
sin salas de espera
de donde salíamos como pájaros
prendidos del tiempo y de la última mirada?
¿Volveré a dejarte solo la última noche del año,
saliendo detrás del portazo con mis libros,
o viajaremos cómplices en el secreto,
amándonos y odíándonos,
sentados en una terraza
bajo los fuegos artificiales?
¿Te veré acaso cuando otra vez regrese de alguna parte,
llorando el amor mojado de la desesperación,
contándote que yo pensaba ser Sherezada de tus noches
para que nunca me cortaras la cabeza?
Te encontraré, Mago, en un día sin citas,
sin premeditación,
entre los corteses de tu calle o la mía,
con esta misma nostalgia prendida en la punta de los dedos,
doliéndome las ganas de romper el hechizo que nos hicimos,
el tiempo que desconstruimos
-no vernos para sabernos lejos-
mientras el ojo que no engaña
te refleja en todas las vidrieras de la vida,
en los charcos, las bujías, el cansancio,
en las noches que paso con tu fantasma a cuestas,
ese que me ama
como un loco suelto en media Revolución,
para siempre jamás,
para siempre, Mago,
para siempre.
(de La costilla de Eva)