lunes, 27 de octubre de 2014

Un poema de Rubén Berríos



La guitarra

Niña de boca abierta,
cintura
de caoba.
Todas las noches
con su voz de plata,
dialoga
con los astros.

jueves, 23 de octubre de 2014

Longino Becerra y la Juventud Popular Morazanista

Año 2009


Con el maestro y formador de la JPM, Longino Becerra, quien —como nadie más— nos hizo conocer al Morazán revolucionario y nos dio luz para entender nuestro papel como jóvenes.



domingo, 12 de octubre de 2014

Discurso en la película "Utopía o el cuerpo disperso y el mundo al revés"



Utopía o el cuerpo disperso y el mundo al revés (1977), es la cinta hondureña dirigida por Raúl Ruiz, probablemente el cineasta chileno más influyente en la historia de ese país. Fue producida por alemanes y, en años recientes,  remasterizada en México. 



Para conmemorar este 12 de octubre, Día de la Resistencia Indígena Latinoamericana:



¡Pueblos de América! 
¿Cuál será el día en que veamos la luz de la ciencia y la cultura? ¿Cuándo será el día en que salgamos de la oscuridad secular en que hemos estado sumergidos?
¡Pueblos de América! 
¿Cuándo dejaremos la superstición?, ¿cuándo abandonaremos la oprobiosa y terrible opresión a que hemos estado sometidos en toda nuestra historia? ¿Cuándo construiremos hospitales y escuelas? ¿Cuándo estaremos a la altura de la civilización? ¡Cuándo, pueblos de América!
¡Pueblos de Hispanoamérica, de Iberoamérica, de Latinoamérica!
¿Cuándo las opiniones de cada uno de vosotros será tomada en cuenta por los demás pueblos del mundo? ¿Cuándo las opiniones vuestras serán admiradas por todos, y acatadas por todos?
En vano vivió Miranda, en vano luchó San Martín, en vano ofreció su sangre Morazán. Efectivamente, ellos araron en el mar.

domingo, 5 de octubre de 2014

Selección de poemas de "Xibalbá, Texas", Leonel Alvarado





5

Contenedor. Del inglés container. Embalaje metálico,
grande y recuperable, de tipos y dimensiones
normalizados internacionalmente y con dispositivos
para facilitar su manejo. Recipiente amplio
para depositar residuos diversos.
Casa triste.
Sellada. Sellada. Sellada.


7

Para cruzar buscan los pasos más peligrosos
porque son los más seguros. Prefieren arriesgarse
a no salir vivos de la montaña. Saben que hasta allí
no llegan los helicópteros de los señores de Xibalbá,
los que patrullan las bocas del infierno y echan
a los hermanos Ahpú aunque se disfracen de lagartijas.
Por eso inventan caminos que no aparecen
ni siquiera en el Popol Vuh. Adentro llevan
dos ciudades: la que dejaron, asfixiada por la sed,
pero no están en ninguna. Siempre en medio, siempre cruzando.
Haciéndose invisibles para quedarse disfrazándose
para volver. No buscan, como dirían los expertos,
el período posclásico en el norte de Yucatán.
Es otro norte el que llevan bajo la camisa.
No el de los campos de pelota
sino el de otras pirámides y otros códices
que no podrán leer.


Dichos(as piedras)

1

El que tira la primera piedra
mide la distancia entre la culpa y la inocencia
y pone a prueba la parábola bíblica.
Al que la recibe lo que menos le importa
es la moraleja.

6

Como en el amor, esta piedra
vive desvelada, el ojo puesto en el reloj,
esperando la hora del que vuelva
a tropezar con ella.


La gota en la piedra
(con fondo de acacia)

9

Todo estuvo en la primera piedra. La traidora.
De allí vinieron las desgracias. Tenía blando
el corazón, seca la médula. Se le iban las fuerzas
en nostalgias de ciudades milenarias y en ganas
de ser pilar de casas más dignas. Porque esta
piedra nuestra de cada día fue empeñada antes
de salir de la montaña, mal vendida
en mostradores que prometían
ciudades y ferrocarriles invisibles.
Gastada quedó, envuelta
en pliegos firmados a medianoche.
Se la cambió por pozos secos y montañas huecas
como caserones abandonados. Fue semilla
de plantas carnívoras que devoran a sus hijos.

Cuando se la cita en las escuelas
se habla de batallas y de fronteras defendidas
en su nombre. De plantas dulces
que le brotan el corazón. Pero no se dice

qué pasaría si la ciudad hubiera nacido de otras piedras,
si otras manos hubieran echado la plomada,
si las esquinas no fueran tan ásperas, si las aceras
no terminaran en precipicio.

En huecos se venga esta piedra, en filos
que nos cortan las manos cada vez
que intentamos revenderle el nombre.

Los que viajan en ferrocarriles invisibles no recuerdan
por qué la primera piedra se salió de su lugar
y en qué esquina de la casa la dejamos enterrada.


Oficio del aire

a Fausto Maradiaga

1
(Los que viven por sus manos)

Hay una mano. No la mía. Que a veces
se pasea con el hijo por las calles
señalando altas paredes en las que colocó
más de un ladrillo para cubrir el sueño
de otros. Aquella piedra le debe algo
pero si no fuera por la cicatriz
no se acordaría. El último día
se tocan las columnas pero
no para volver. Los ladrillos olvidan
las huellas del que los dejó suspendidos
en el aire de altas ilusiones. Las manos

que amasaron, pulieron y afinaron el plomo
a veces se pasean por calles en las que el hijo
pronto comenzará a levantar paredes
de invisibles dueños Esa piedra
también le deberá algo, una borrosa marca
que será prueba de que él estuvo arriba,
por una vez, lejos de la calle, en lo alto
de una ciudad ajena, extrañamente suya.


Las lavanderas o el modernista se lamenta:
de los poemas sueltos de Juan Ramón Molina
(1875-1908)

Péscame una sirena pescador sin fortuna.
J. R. Molina

Desde aquí mirábamos a las sirenas.
Eran otros tiempos. Los domingos bajábamos
a cubrirnos los oídos con los pedazos de Ulises
que habíamos guardado durante la semana.

Sobre piedras pulidas por el desgaste de otras manos
sacaban brillo a sus largas cabelleras
mientras su barato sayal se les pegaba al cuerpo
como escama descolorida. Con el agua

hasta las rodillas restregaban ropas,
cabellos, chismes, ilusiones. Limpiaban
las mentiras que otros iban a ponerse,
como nuevas, la próxima semana.

En la corriente flotaba una espesa nata blanquecina
cargada con los humores de una humedad
venida de más lejos,
de sucios sueños solitarios
más oscuros que la noche más oscura.

Río arriba, recostados en la baranda,
las mirábamos hacer y lo que sobraba de Ulises
se nos derretía bajo la ropa. Acariciado
por el último canto de aquellas sirenitas
de alma húmeda el Odiseo que a veces fuimos
se dejaba ir entre las aguas como un paciente,
ya lo dijo Eliot, anesteciado en el quirófano.

Después nos íbamos,
uno tras otro, cabizbajos, buscando
algo no perdido entre las piedras,
dejando atrás los desperdicios de un cuerpo
puesto a secar en el fango de la orilla.


Escrito al reverso de un retrato

Yo sé que hay la soledad: la aldaba
sin puerta, la llamada de Dios
que suena a número equivocado,
la lágrima frente a la ruina. Regatear

el agua
es la soledad y el plato vacío
y el roce tibio de la mano de la panadera
que me niega el pan.

sábado, 4 de octubre de 2014

Selección de poemas de "Retratos mal hablados", Leonel Alvarado




primer amor

no está en el foco de sesenta watts,
delatadoramente rojo, este amor.
no hay que ir a transarlo a esos antros
regentados por los caseros del diablo
ni hay que mortificarse buscándolo
entre encajes de novias indecisas.

otra es su luz,
blanca, cegadora, abundante
como las prodigiosas redondeces de esta mujer
que desde algún limbo se anuncia sin misterios
para que este muchacho ponga a prueba
sus ambiciones de hombría. a través
de la magia intermediaria de cables y botones
ella se le ofrece a la medida de sus ansias.

a puerta cerrada, con el pantalón en los tobillos,
él se afana en una maniobra que si bien es torpe
no deja de ser eficaz. después el cuarto,
la silla y la pantalla, libres
de la urgencia, vuelven a su otra realidad.

ella no se viste para irse. sucede
que esta hembra user friendly
siempre está allí y en otros cuartos
en los que el mismo muchacho
se afana en un ritual
tan antiguo, solitario y enigmático
como la invención del mundo.

viéndolo bien
en su onanismo virtual este muchacho
demuestra que sin la ocurrencia de la costilla
este hubiera sido el único consuelo de Adán.



las diez partes en que se divide un alvarado



su estatura afeitada
me sonríe, su cuerpo recién almidonado
tendido en medio de la casa. con voz firme
mamá pidió que los dejaran
solos en la sala. se cerraron las puertas
y entre altos jarros de agua tibia
se quedó sola con su alvarado.
lo desnudó en silencio y con paños
le limpió las heridas. de los pies a la cabeza
lo recorrió por última vez. tibio
le dejó el corazón
como queriéndolo despertarlo.
ganas de ala
le buscó en la espalda, brotes
de geranio, algún retoño
que la muerte hubiera pasado por alto.
afanada en aguas, no se percató
de que se demoraba más de lo necesario
en aquella cicatriz que tantas veces
le vio al quitarse la camisa. diestra
en cuchillos mansos, lo afeitó con esmero
para no herir más al alvarado
que se le iba entre las manos. sola
con el desnudo
se mordía los labios para no lavarlo
con su llanto. blando
se le iba entre paños que eran adioses
que no querían despacharlo.

a la hora de los almidones
lo vistió con rabia, lo ahorcó
en botones para despertarlo, le metió pliegues
en la costilla para que abriera los ojos
y reclamara a gritos, para que puteara
a esa muerte del carajo que le reventó el pecho.

pero el corazón, teresita, se había quedado
en la yerba. el pecho
era un caserón vacío como esa sala
en la que usted se encerró
por última vez con su alvarado.



incubante

2  

yo no tendría que quererte esta máquina.
puedo bajar a la cafetería, irme a la esquina
con mi vaso de cartón y preguntarme
si vale la pena reciclarlo. pienso en el ozono
mientras tú aún no sabes
de pulmones. yo respiro demasiado. gasto
lo que no tienes. vaya descanse me dice
la enfermera. y no le quito el ojo
al switch, ese dios que aprende a soplar en tus costillas.

use las escaleras en caso de incendio. y qué uso
si la boca de Dios se cansa, si la máquina ve el reloj:
las cinco. y te deja el pecho a medio hacer.
o si a ochenta y tantos kilómetros de aquí
un rayo carboniza el generador. por eso, y me entenderás,
no te quiero tanto máquina, por tu omnipresencia
asustadiza: un cable triste y ¡zas! te mueres.
y no es el soplo en el barro lo que te pido, solo el afán
de tus arterias. que no las parta el rayo, que a Dios
se le olvide la hora de salida
de este paraíso esterilizado.



bolero que sabes a ron

lo que en empezó en la caña termina en delirio. el ardor
de la garganta se vuelve abrazo, confindencia, llanto
y la tristísima revelación de que todos somos hermanos
porque sufrimos las mismas penas. se cuentan
todos los recuerdos que nadie recordará. el bolero

termina en sangre si de pronto descubrimos
que por querernos tanto nos hemos traicionado.
lo que más pronto se hiere es el honor y lo que más
se tiene es ganas de defenderlo, sobre todo
si hay una hembra de por medio. los expertos

nos recuerdan que la ausencia de una enzima cerebral
aumenta la sensibilidad del ofendido. solo
la intervención de una mano un poco sobria
puede evitar que los hermanos se vayan a las manos.
después el abrazo, la bienvenida al que no se ha ido,
las ganas de irse juntos a terminarla a otra parte.

se les ve haciendo piruetas por la calle, hermanos del alma
hasta que la amargura de alguna copa les recuerde que,
por esas cosas de la vida, ya no se quieren tanto.



mínima moral 
o las ocho partes en que se divide el ritual de la mosca bailarina

7

al abrazarte
no sé dónde termina mi piel
ni dónde comienza la tuya. me parece
que hubo poros, que alguien tuvo huesos,
que si hago mucho esfuerzo al levantar
alguna cosa —la silla para descansar
de tu cansancio, las cajas donde pondré
mis cosas tuyas— algo cruje
en tu espalda. en la cervical, me dices,
comienzan a crujir las ilusiones. y entre
aceites y sales te apiadas de mi columna.
paso el día con esta piel, la tuya,
esperando la hora de saber
qué hiciste con mis arterias.
si en la mañana salgo a recoger el periódico
leo que estás dentro
esperándome. abro la puerta y entras
a darme las buenas nuevas. anoche se te vio
desnuda en una parte de la ciudad
que se parece tanto a nuestro cuarto.
entre los dos
te buscamos. algo me dice
que estarás en el patio, donde te viste
por última vez. si hubiera podado las matas
no tendrías dónde esconderte. bajas corriendo
(de alguna nube porque en esta casa
no hay escaleras). yo pongo el radio, tú el café.
recojo las cortinas y el sol
se pasea por el cuarto
con la cola entre las piernas,
da tres vueltas y se echa a tus pies
para que yo lo acaricie con tus manos.


8

A woman in love, wallowing in love;
a cat on roof, howling;
complex proteins swirling in the blood...
J. M. Coetzee

entonces resulta que todo es cuestión de proteínas.
todo este complejísimo asunto en el que uno,
tratando de no hacer el ridículo,
suda, tartamudea, recita versos
no es más que un torrente
de proteínas que comienza en el hipotálamo,
baja violentísimo por todo el cuerpo y envenena
la sangre más rápido y más letal que cualquier alcohol.

una mirada, un roce, un olor
al encontrarse en la acera o al cruzar la calle
hacen vibrar, como un violín recién afinado,
la pituitaria y desencadenan
un trajín de glándulas que trastorna al gato,
alborota al perro y es responsable
de tantos siglos de poesía amorosa.

uno hace lo que puede para mantener la compostura
mientras debajo del dacron de faldas y pantalones
circula el bien portado vocabulario
de los manuales: efecto fisiológico,
función de los tejidos, distensión
de los órganos reproductivos, secreción interna.

pero no hay que alarmarse porque el cuerpo
está protegido por una armadura
de broches y botones, zippers y elásticos,
velcro y cinturones. tantas puertas falsas
para que en beneficio de la buena moral
uno no pueda sacarse allí, a media calle,
esas malas proteínas del sistema circulatorio.


viernes, 3 de octubre de 2014

Poemas a Francisco Morazán

Estatua de Morazán en la UPNFM


Morazán

Por montañas de pinos imposibles…
por valles de verdura impenetrable…
por ríos que paraban hasta el viento…
por calles, por abismos,
por sombras, por inviernos
iba en cascos de rayo tu caballo guerrero.
Y ni la noche vertical de odios…
ni la herida de cauce pavoroso…
ni murallas de espadas…
ni huracanes de pólvora
nulificar podrían tu marcha luminosa.
Llegabas a los pueblos…
te llenaban de escudos todos los corazones…
El Golfo de Nicoya tiene en perlas tus frases
la voz de tus cañones esconde el Momotombo,
es barro de tus botas el oro en el Guayape.
Hombres te acompañaban…
de acero toledano,
de toledano ensueño,
era el sol obediente de tu espada.
Y reían los árboles
y cantaban los niños
y bailaban los héroes de los libros de escuela
y afloraban en canción la libertad
y nacían banderas
y venían soldados
cuando se abría en llamas tu rosa liberal.
Hoy lejos de tu mano
ha crecido tu ejército…
la huella de tus plantas es órbita de astros….
en tu dolor aprenden a quererse los hombres…
es un cielo de lucha la tumba en que te hundiste
Bolívar de los pobres
Napoleón de los tristes.
Y cuando un golpe artero precipitó tu sangre,
cuando tu voz perdióse,
para nacer más honda,
cuando tu espada loca de fulgor
se te fue por los ojos hasta el héroe,
y te perdiste
y te alejaste
y naufragaste
tras un negro dominio de fusiles,
todos te saludamos,
todos te revivimos.
Vivo estás en el bronce…
firme en la miserable carne de cinco pueblos…
erguido en tus heridas…
en el volcán que elogia tu corazón de fuego
y en el hombre que exalta tu muerte con su vida.

Jacobo Cárcamo


*
3 de octubre

Alta es la noche y Morazán vigila.
-Pablo Neruda

Los cañonazos siguen de moda
en la altura festiva.

Abren en la madrugada
de Tegucigalpa, sobre las colinas encendidas
su engañosa flor inocente.

Fecha especial.

Traje belicista.
Campana de explosiones ficticias.

Pero el héroe
sigue solo.

Los pocos que lo acompañan
aún no tienen día que celebrar,
victoria que elevar hasta las nubes.

José Adán Castelar


*
Francisco Morazán

Él es el semidiós de nuestra historia,
que, cual un nuevo Homero, con su espada
escribió la epopeya de otra Ilíada
y se bañó en los lampos de la gloria.

Paladín inmortal que la victoria
a su genio mantuvo esclavizada
y de laurel la frente coronada
vive del pueblo en la feliz memoria.

Luchar con la reacción fue su delito;
fue unir a Centroamérica su anhelo;
mas el triunfo esquivóle al fin la suerte.

Recorrió el viacrucis del proscrito;
y cuando pudo redimir su suelo,
mártir excelso, fue un Tabor su muerte.

José Antonio Domínguez


*

Ante la estatua de Morazán

¡Fue en la postrer jornada! La tarde era sombría;
el sol muriente envuelto en fúnebre sudario,
aún pudo un rayo de oro lanzar en su agonía,
¡La vida al extinguirse del héroe legendario!

Aquel sol a la patria le dijo adiós y al día
viendo que se tornaba un tabor en calvario;
y se hizo la tiniebla; entró la noche fría;
quedó el ara en pedazos; ¡derruido fue el santuario!

¡El sol en el ocaso promesa es de una aurora
que con su lumbre cielos, montes y valles dora
y las más espantosas tinieblas desvanece!

¡Ah! Desde que el sol patrio se hundió con el caudillo,
en la sombra esperamos del orto nuevo el brillo;
y ¡oh Patria! ¡Aún es de noche! ¡Oh Patria! ¡Aún no amanece!

Rómulo E. Durón


*

Al héroe

Para empezar
digamos que no luces tan bien en esa estatua
y da lástima verte a sol y agua
espada en mano
guerreando contra nadie
sitiado por la oscura maleza del vacío
tanta vuelta y revuelta
sudorosas distancias batalladas
todo el tiempo ganado en esos años
¿tan sólo para el manso latido de este bronce?
la realidad
(tu más cierto homenaje)
sobrevive
debajo de las patas de tu potro fantástico
bájate
descabalga esas alturas
dale historia y quehaceres a tu espada.


Pasado presente

Excito a la juventud a continuar mi ejemplo.
-Francisco Morazán

Sólo alcanzó a decir:
"todavía estoy vivo",
y cayó,
haciéndose el muerto.
El pelotón y el cura se cruzaron
una sonrisa de alivio por el deber cumplido
y lo dejaron allí,
embrocado en su sangre, besando el polvo.
Esta vez hubo celebración
en las iglesias y casas de los ricos
(Charfield no podía disimular tanta alegría,
y entre abrazos y palabras alusivas al acto
se sobaba las manos
como si fueran dos fajos de billetes).
Entretanto,
Morazán se curaba las heridas,
reunía a su gente y a todos
los que creyeran que aún estaba vivo.
Preparaba nuevas batallas, escondido,
más necesario que nunca,
en algún lugar de Centroamérica.

Rigoberto Paredes



*
Uno

Antes de niño
(yo era apenas un tic en el vientre de mi madre)
ya se escuchaban voces sudorosas
morazán vigilaba desde entonces
y nadie se atrevía a mojar sus faldones de bronce
ni los perros eximios civilistas.

Pasaron varias décadas
y hoy me siguen dando por pan las mismas tortas
manotadas de ahogado por cerebro
y un rótulo en la frente
sexo lugar mujer todo está en orden
y el corazón me cuelga en el fondo de un polígono
/de tiro militar.

Alexis Ramírez


*

Morazán
1972-1842

General: Neruda dice
que la noche de su país es alta,
pero que usted vigila.
Desde que lo mataron
esos maricas josefinos
usted ha vigilado suficiente.
Desde que lo enterraron
y lo desenterraron
usted ha sido un hombre.
Sálgase ya del bronce general.
Asuma el mando.
Comience a trabajar entre estos pinos
antes que la ignominia se extienda por completo.

Livio Ramírez


*

Estatua-Morazán

Frente al vano reposo yo transijo.
Tu figura: península del viento.
Curso del mar. Sustancia. Padre, hijo
y espíritu terrestre del sustento.

Luz de perfil. El germen que prolijo
levantaste a la altura del tormento,
tiene que ser un sol, pero no fijo
porque la luz se mueve en tu momento.

Como no sé qué hacer para envolverte
con la cintura de la Patria y verte
de tu amor la estatura y su concierto;

desde mi tiempo-antonio te venero.
Y tu vida y tu muerte recupero.
Y estás en la mañana. Y no estás muerto.

Antonio José Rivas


*

Morazán vivo

No.
No estás ahí de bruces
indefenso en el polvo.

Ni se oculta tu estatua
entre los fríos picoteados por los pájaros.

Vives entre nosotros. Trabajas,
tienes sed.
O profundo en el monte
se anudan en tu barba
los hilos de lo trágico.

Cabalgas por la selva
triangulando
el espacio de nuestra geografía.

Miramos tus señales
desde los grandes pinos.
Oímos tus espuelas
arañando el vacío,
el eco de tus botas por los mapas de guerra.

No eres signo escarnio
congelado en la boca.
Ni falsísimo brillo de medallas.
Eres bajo del lodo
una espada continua.
Nuestro honor y destino
que custodian los mares.

Que lo aprendan los jóvenes
y resurja el milagro
del pan y de los peces.

Vuelves de todas partes
desde tu dignidad.
Estás entre nosotros
bajo la misma noche,
repartiendo la luz todos los días.

Roberto Sosa


*

Canto a la encontrada patria y a su héroe
(fragmento)

Así lanzada en el tiempo
con mi canción precursora,
Morazán desgarra mi frente
y su mensaje estampa en ella.
Me basta para saberlo
la voz que escucho por dentro.
Y si multiplicada voy toda
con su humanal presencia.
¿Acaso no eres tú, torrencial Patria
en mí, inexorablemente, desbordada?

Me intriga tu corazón
hermoseado en la historia.
¡Qué inexplorado mundo
 en tu ilimitada pupila!
 Hay que sobrevivirse
pero en la espina dorsal de tu cuerpo.
En tu fabulosa estructura,
habitante de mar y tierra.
Un pueblo de erguidos pinos
te sostiene la cabeza.
¡Capitán de antiguo coraje
que no sabes lo que es derrota!
En tu resplandor está la Patria,
 la Patria de tus milagros.

Eras como la tierra
con impulso vital indestructible…
Esto es Morazán desde el aire,
desde donde lo veo extendido.
Esto es Morazán desde su espada,
desde su sangre,
desde su sueño sin prisa,
desde sus caminos, sus edificios.
Esto es Morazán desde sus pájaros,
esto es Morazán desde su Patria.
Esto es Morazán desde la calle,
desde sus himnos y su victoria,
 desde su cielo y desde sus rosas.
Esto es mi Patria,
esto es mi limpio sueño,
esto es mi canto donde viven las palabras,
esto es mi piedra, mi sol, mi llanto.

Clementina Suárez


*

Sueña Morazán

Si hay más allá que sea hermoso y bueno
para tu gran amor atormentado.
Algo como tu ensueño realizado
en la escondida realidad del sueño.
Si hay más allá que tengas cinco estrellas
bajo tu mando, ¡General osado!
y pasees la vista emocionado
con un solo fulgor prendido a ellas.
Si hay más allá, mi General, espero
que te adorne el ojal de la solapa
un escudo con cinco pebeteros
en campo azul, y vivas prisionero
para no ver tu desunida patria
en hipnótica torre de luceros.

Jorge Federico Travieso


*

De un vecino del siglo XIX

Nosotros tenemos la vida en un hilo.
Se nos acaba el tiempo rápidamente, se nos va
de las manos entre el tumulto del odio
y la malignidad de las sombras.

El momento de confusión y de fracaso,
de eclipse para el hombre.
Con nuestra sangre van a ser sacrificadas
extensas zonas de luz,
la furia de las tinieblas no sólo se va a desencadenar
sobre nosotros, sino también sobre lo que con tanta verdad
y profundidad amamos.

Venimos de un pequeño pueblo levantado
por sencillos mineros
en la inmensidad de los bosques de pinos.

Vamos, pues, a morir a muchas leguas de casa.
Es la hora del tigre y la serpiente.
Los humanos están lejos.

Pompeyo del Valle

miércoles, 1 de octubre de 2014

"Sombra y carne" de Óscar Ordóñez Lastra (2)

"Los pies de Elena"
Contracubierta de Sombra y carne


Segunda parte
(Los materiales de derribo)


2

Estoy sentado a la diestra de Dios.
Y él me habla. Y él me ve.

Me tiro un pedo y él calla.

Siniestramente me cruzo al otro lado
y me tiro otro pedo
—como quien no se da cuenta—
—como quien es inocente—
y él interrumpe su discurso
ya definitivamente.

Comprendo la profundidad del desamparo.
La intensidad del desierto de horizontes
infinitos.

¿Valdrá como imagen del desgarro
del albedrío;
de la búsqueda
de la sombra
del descalabro?



3

Inventario:
Digo luna,
y se desbarranca la altura.
Digo distancia,
y me acechan los negros síntomas de la víspera.
Digo incertidumbre,
y los segundos engendran meses.
Digo silencio,
y me sinfonizan las cigarras de la conciencia.
Digo sombra,
y se me erizan soles en el bolsillo.
Digo carne,
y se me saltan los plomos.
Repito.
Vuelvo a repetir.
Y callo.



7

La rosa de los vientos en la rayuela y mandrágora de tu sexo.

La rosa de los vientos en la rayuela y mandrágora de tu sexo
los muslos al vuelo y tus pétalos palpitantes en sangre,
azabache acuarela en la sombra huraña de la carne,
densos tréboles eléctricos a la caricia y su ritmo
fresa reventada a delirantes abejas
tríptico aurora alga almendra
néctar de las entrañas
derramándose
urgente
miel
en 
mi
boca
          a
                 a
                       a
                             a
                                   a
                                         a
                                              a
                                                    a


10

¿Cómo hacer referencia a la nada?
...
si la palabra nada
en su condición pústula
—desparpajada— de obvia
cimarrona
ya es Algo.
...
un silbido, un desvanecimiento,
una fracción de sombra, del todo
suma de todas las nadas,
de todas las sombras.
...
cólera negra,
escorbuto y kilómetro y alcancía
silueta
pasmo
...
ashusss!



18

1. Colúmpiate
en dulce tortura de empalamiento,
vibrando tensa
sobre el abismo y el vértigo,
rumba 
el rumbo unívoco,
engranada
a mi herramienta desgarrante y segura,
¡sucumbre y revienta!
¡trasiega y silba!
restallante en la elipse de tus nervios,

2. centrifúgate
en profundos fragmentos en el sismo de la especie,
con tus pendones al aire
y tu heráldica frondosa
—frondosísima— y recíproca a los embates,
¡trastórnate!
¡aniquílate!
y reclínate lenta puesta de sol
—con estas imperativas instrucciones—,
esta es tu inteligencia ardiente
—para el gozo de una mujer—

3. estremécete
abierta en pétalos de hélice desquiciada,
¡desármate!
¡derrámate!
con tu más secreta substancia,
con tu más íntima caracola,
con tus profundos rocíos perfumados
de alga bailarina,
tu néctar de origen, ¡emborráchame!
con los códigos de la entraña y sus múltiplos,
con alaridos de sincera bestia,
néctares y alaridos, ¡derrámense!
estallante y muerte extraviada y renaciente
conmigo dentro,

4. y que la serenidad
del pasto peinado por el viento,
—el ondular despeinado de las espigas de avena—
proponga la tregua y el descanso,
con mis manos
sobre tu bosque sudoroso
como un pájaro dormido que se incendiara
durante el sueño.




26

Y si la ves dile que la extraño mucho
pero mucho mucho
y siempre
y si la ves dile que arrastro un fraseo
un frasco
de ecos
de oboes...