lunes, 5 de agosto de 2013

El potente calendario negro de Merren




Por tantos años, tantas lecturas a Calendario negro me han regalado un sinfín de estados, en un sinfín de épocas, que definitivamente se ha vuelto una especie de alucinante. El volver al libro es como un culto extraño. Hablar de favoritos para mí siempre ha sido un tema horriblemente complicado, pero aquí hay total certeza, este es uno de los libros que siempre cargaré en mi molicha, cuando esté vieja. 




Elogio de mi muerte

Pétreo soñar. Anémona de gozo
salida de la luz en duro duelo.
Ciego soñar. Un áncora en el pozo
que no busca el rielar de ningún cielo.

Boca sin voz, pupilas con invierno
y un coágulo de sombra cercenada.
Nepente de lo fuerte y de lo tierno.
Distancia sin geranio y sin albada.

Ciego cristal de ausente lejanía
derrotando la risa y la agonía
con su fulgor de piedra sumergido.

Pórtico de la sombra. Ensimismado
inmemorial estanque silenciado.
Y olvido siempre. Para siempre olvido. 


Esperando

El circulo, o lo informe, o
lo que no tiene volumen, pero
que me ofrezca quietud.

Lo imponderable, lo que no tiene dimensiones
pero que no deje de filtrar ningún recuerdo.

Lo luminoso o plúmbeo, sin que pueda saberlo,
pero que adormezca para siempre
cualquier ansia.

Allí disolveré mi título de hombre,
que me hizo candidato para todos los infortunios.
Allí no me agitaré con fútiles alegrías
ni con sinceros dolores.
Allí me olvidaré de amar conceptos
y de ser engañado.
Allí mis pasiones se habrán esfumado
y dejarán de zarandearme.
Allí olvidaré que el hombre es admirable y perverso
y olvidaré mi latitud y el Tiempo.


El grito

Prepárate, corazón
despliega
la roja red de tus arterias
hasta que toque los confines de la sombra.
Hazlas brillar con odio en las tinieblas,
que su ominoso resplandor le grite
tu odio y tu protesta, cuando bajes la sombra.

Recuerda los desiertos cardenosos,
la pálida alegría y el jadeo,
los tortuosos venenos, y el gemido,
grita, corazón, grita
avienta tus redes a la sombra,

brilla de rojo y de odio, grita
tu protesta al poder que te retuvo
en un mundo quebrado por aullidos
de dolor, por terribles espirales
de locura y de pena,
grita tu desesesperación de muchos años,
grita con odio tu dolor, tu pobre
pero enorme dolor,
grita tu soledad hasta enronquecer de odio
hasta que tu clamor llene toda la sombra
y sea una sola cosa con la sombra.


Palabras

Jugábamos a decir
palabras de extraña luz.

Tú decías: Amor.
Yo decía: Morir.

Tú decías: Llama.
Yo decía: Muerte.

Tú decías: Fuego.
Yo decía: Nada.


Más allá

Más allá de la piedra
y su severo templo detenido,
más allá del origen de los ecos
está la paz.

Más allá de los pálidos espejos
y sus archivos de rostros y gestos
adivino su filo silencioso.

Voy por un cielo de ceniza y viento
a su orilla de sombra sumergida.

Voy con un traje de anegada aurora
y marchitas cigarras desveladas.

Con húmedos relojes asfixiados
y geranios podridos en la mano.

Allí me está esperando:
una ciega ecuación para los ojos
y un gran silencio blanco para el pecho.


Los edificios encantados del pozo

Los hombres me presentaron una vez
un libro, y lo elogiaban
interminablemente, pues era
el Libro de la Verdad y del Amor.

Pero sólo era un inventario de castigos
y un catálogo de amenazas.

Y siguieron trayéndome libros
que decían la Verdad,
pero esta Verdad afirmaba
(a veces con palabras de muchas consonantes)
que todo es ilusión, o que somos parte del Todo
o limpiamente me aconsejaban
convertirme en una momia:
no amar siquiera
la belleza de un árbol.

Luego, el secreto genial: hay que darse
a los demás.
Etcétera.
¿Cuándo terminarán de afanarse
los pobres hombres?
Otros piensan que hay que entusiasmarse 
con la vida. ¡Que vengan alegrías y penas!
¡Así se forma el carácter! ¡Hay que vivir!
¡Hay que vivir plenamente
y darse a los demás plenamente!
Etcétera.

Respiro el aire del mundo, 
y no puedo prorrumpir en cantos de alabanza.
No puedo entusiasmarme con el dolor.
No puedo oír mi pecho
atento al dolor que lo devora,
sentir que avanza y exultar: ¡Es la Vida! ¡La Vida!

Yo sólo podré alegrarme cuando las sombras caigan.
Yo sólo puedo decir los cantos de la muerte.


Sabor a sombra

He tomado parte en sesudas discusiones
sobre si la poesía política
tiene derecho a llamarse poesía
y comido ancas de rana y horrorosos percebes
y panes con miel y toras ácimas
y visto salir el sol y recordar en ese instante
que los poetas lo han llamado el ojo del día
y dorado emperador
y leído deliciosas y cretinas novelas pornográficas
y dramas en que la virtud es recompensada
y me he aburrido de tanto día soleado
y añorado los de lluvia
y tenido diez días seguidos de lluvia
y añorado los soleados
y he hecho cosas indecentes en ciertos parques
y visto caer la noche y tratado de crear una frase nueva
y viajado en auto y en ferrocarril
y comido duraznos y humildes bananos
y dicho: en cuanto lea todo lo del socialismo
podré morirme en paz
y olvidado de todo con unos vasos de vino
y bañado desnudo en los ríos como un polinesio
y dicho: en cuanto vea todas las películas
de esa famosa actriz podré morirme en paz
y viajado en distintos tipos de aviones
y dicho: ¡la inventiva del hombre blanco!
y he quebrado espejos grandes
y tratado de olvidarme de los días amargos
y dicho: en cuanto pruebe todos los cocteles
podré morirme en paz
y sostenido sin creerlo que los hombres fuertes
tienen poco seso
y lavado mi cuerpo con jabón perfumado
y pisado inmundicias en callejones oscuros
y comprobado que en China el blanco es color de luto
y echado de mi cabeza a escobazos los días amargos
y extasiado con los nombres de las estrellas
Altair Vega Sirio Benatsnach Zubeneschamali
y dicho: ¡qué vida tan rica la mía!
y sonreído de niños descalzos y de vientre hinchado
que se llaman César Augusto
y visto que soy prácticamente igual a los chinos
y a los negros
y escrito con plumas de ganso
solo por curiosidad
y examinado mi espalda y aún más abajo
en un gran espejo
y examinado mis ojos en un espejo
y visto algo en ellos infinitamente doloroso
y recordado toda mi vida
y visto que no hay nada como el éxtasis negro
de la muerte
y sentado en parques, bajo el viento helado
esperando que llegue
y deseado siempre, con cada latido de mi corazón
la paz que no termina.




Nelson Merren
y su cara de psycho