sábado, 10 de marzo de 2012

Poemas de Óscar Acosta



Fotografía de Rubén Villeda Bermúdez


El nombre de la patria

Mi patria es altísima.
No puedo escribir una letra sin oír
el viento que viene de su nombre.
Su forma irregular la hace más bella
porque dan deseos de formarla, de hacerla
como a un niño a quien se enseña a hablar,
a decir palabras tiernas y verdaderas,
a quien se le muestran los peligros del mundo.

Mi patria es altísima.
Por eso digo que su nombre se descompone
en millones de cosas para recordármela.
Lo he oído sonar en los caracoles incesantes.
Venía en los caballos y en los fuegos
que mis ojos han visto y admirado.
Lo traían las muchachas hermosas en la voz
y en una guitarra.

Mi patria es altísima.
No puedo imaginármela bajo el mar
o escondiéndose bajo su propia sombra.
Por eso digo que más allá del hombre,
del amor que nos dan en cucharadas,
de la presencia viva del cadáver,
está ardiendo el nombre de la patria.


La presencia en las cosas

Tienen algo de ti los vestidos que llevas, los botones
que protegen tu pecho de las miradas ávidas del mundo
o los zapatos que te conducen sobre la nieve y el sueño.
Algo de ti me llega al observar un color, aspirar un aroma
que deja alguien, una mujer o una niña, al pasar
por el viento y continuar su travesía entre las calles que conozco.
En los sucesos triviales, en los objetos humildísimos,
lo he repetido tantas veces, aquí o en otra parte,
me acerco a ti, a tu pequeño corazón, a las cosas que guardas
y no podría, aunque algún día lo intentara, escapar
de esta atracción que gira y que me invade.


(de Poesía menor, 1957)


Literatura innecesaria

Tú no apareces en los libros, no tienes
jerarquía en la tinta, no puedes
subir al monte de la palabra escrita,
al risco de la literatura.
Tú no sabes lo que es un hemistiquio,
un verso de pie quebrado,
dónde vivió Góngora y Argote,
quién era el Arcipreste.
Tú no figuras en ninguna décima,
en el agua liviana de un romance
o en el oro de las octava reales,
Ante tu poderío de mujer amorosa,
ante la realidad me duele
lo innecesario de la literatura.

(de Tiempo europeo, 1960)


Tu nombre

Entre escombros, entre flores
caídas en desgracia, entre el humo
que coloca su laurel en la estatua,
veo tu nombre tibio.
Es una palabra sin corona,
sin sorpresas ni luces soberanas,
sin vino confidente, sin deseos
formando un orden establecido.
Palabra sólo tuya
tu dulce nombre.
De no estar a tu lado
me acompaña y lo pronuncio a solas
como un ciego que solicita ayuda
para atravesar la calle.
De otro modo, la vida
no sería el milagro que es ahora
que tú existes.


Habitación cerrada

Entre cuatro paredes apareces
y desapareces.
El recuerdo es araña hilando fino,
ave golpeando las ventanas,
lluvia insistente.
Sé que regresarás. Que has ido
de compras con tu bolso de hilo,
con tus sólidos muslos
y con tus manos claras.
Sabes bien que te aguardo. Y eso hace
que regreses tarde. Que vengas
cuando cansado de esperarte
cierro los ojos para verte
rodeada por una luz dorada
y beso tu purísimo rostro
eternizado por la gracia
y ausente hace unas horas
de esta tristísima habitación cerrada.


Estación última

Como quien llega en tren
a la estación última de la vida
llegué a tus brazos absolutamente diáfanos.

Paraíso o bosque o virginal recipiente
me esperaban; vi las marismas lejanas
y los pantanos inmóviles.
Tu magia borraba todos los peligros.

Así viví los años, feliz y trémulo
ante tu beso mañanero,
ante la porción de cotidiano alimento
y el líquido que purifica los cuerpos
y une las existencias.

Mi pecho se hizo más cóncavo
para que cupiese más amor.
Tuve que dejarme crecer las manos
para tocar toda tu pureza
y alargar más las piernas
para llegar temprano a ti.

Todo te lo mereces. La miel
que las abejas traen. El rocío
que llega a tu epidermis súbitamente.
Los geranios que crecen a la orilla de tu casa.
El agua hecha adorable materia.

Oh amada, río fulgurante,
pan cegador, fuego sagrado,
eres lo mejor de la vida,
lo más alto, lo que deseado
y ahora tengo a mi lado
para siempre.


La ciudad

Esta ciudad de fieras y cuchillos,
rodeada por la selva y por los lagos
de aire melódico, cercada por los pájaros,
inundada por la maravilla de los soles,
es una ciudad redonda y varia
como las piedras verdes del río,
como las llamas del potente roble,
como los espejos de la vigilia.

Ciudad de hombres y mujeres
bellas y feas.
Colectiva visión
de seres humanos y bestias
aturdidas por el tiempo.

Lejos de esta ciudad soy otro,
distinto a todos
los habitantes de este sitio.
Solo tu amor me acerca al paisaje que vi
por vez primera, que me dio luz y sombra,
que amo y odio confusamente
por ser suelo sin paz,
tierra golpeada todavía.

(de Escritura amorosa, 1962)


Mi país

Mi país está hecho de niños
ciegos,
de mujeres olorosas a ropa,
de sujetos violentos,
de ancianos
de bruces sobre el olvido.

Escribo sobre la piel de la patria
arrugada como un lienzo
o como una túnica endurecida.

Y quiero que lo que diga
no sea sólo amor acumulado,
verdes ramos sobre los hombros
de marmóreos héroes,
música de tambores
de hojalata.

Un hombre de pie
puede tocar sin miedo
a los astutos reptiles.


Archivero mayor

En los libros encuentras
voces errantes de mi país,
secretos de gobierno,
cóleras populares reprimidas
y cobardías.

Los viejos infolios
son cortezas
que forman
el árbol de la patria.

En las gacetas oficiales,
en las históricas proclamas,
en los hebdomadarios,
en las amarillentas hojas sueltas
aparece la mano vulgar
del dictador instruido,
del caudillo
y del locuaz parlamentario
que compararon con una mula.

Se oye el ruido de cadenas
y los lamentos de los prisioneros
en la torre de papel sellado
de los juicios amañados.

Qué piensas del pasado,
sonriente abuelo del archivo,
magnánimo varón bibliotecario,
tú que conversas con horrísonos libros,
con las cursis revistas de la época
y con ex funcionarios.

Mas lo que importa ahora
es el futuro
de este país
que habitan
obedientes
y tímidos
vasallos

(de Mi país, 1971)